domingo, 9 de abril de 2017

Estados Unidos en guerra


          Dicen que durante la crisis de los misiles con la Unión Soviética, en octubre de 1962, el presidente John F. Kennedy leía con atención el recién publicado libro de Bárbara Tuchman “Los cañones de agosto”, sobre el inicio de la Primera Guerra Mundial (PGM), para aprender las lecciones de la historia y evitar repetir los errores que condujeron a la primera gran carnicería del siglo XX.

          Probablemente el presidente Donald Trump no leyó nada para tomar su decisión en abril de 2017 de bombardear una base aérea siria, ya sea porque él se guía solo por sus instintos, como suele decir, o quizás porque se enteró del asombroso descubrimiento de Bienvenido: leer hace daño y produce terribles enfermedades.

          Pero esta nota se refiere a la entrada de los Estados Unidos en la PGM, hace exactamente 100 años, el 6 de abril de 1917. Otro libro de Bárbara Tuchman, “El telegrama Zimmermann”, describe y analiza las curiosas circunstancias que llevaron a los EE.UU., tradicionalmente aislacionistas y sin un ejército considerable como el de las potencias europeas, a intervenir en la gran conflagración mundial.

          En síntesis, a pesar que el presidente norteamericano Woodrow Wilson –a quien Tuchman critica implacablemente por su egocentrismo mezclado con ingenuidad- se resistía a entrar en la guerra, un telegrama del ministro de relaciones exteriores de Alemania, Arthur Zimmermann a su embajador en México, terminó decidiendo el involucramiento de los EE.UU. en la guerra.

          El telegrama fue despachado el 16 de enero de 1917 a través de la embajada alemana en Washington, para que lo reenvíe a México, e instruía al embajador para que persuada al gobierno mexicano para que declare la guerra a los EE.UU. prometiéndole que, con ayuda de Alemania, recuperaría los territorios arrebatados por EE.UU. a México el siglo XIX: Texas, Nuevo México y Arizona.

          El asunto es que el telegrama cifrado fue transmitido por el cable norteamericano que unía Europa con los EE.UU., que el presidente Wilson había puesto a disposición de los alemanes solo para que transmitieran mensajes que pudieran propiciar un entendimiento y la paz. Los cables alemanes que conectaban Europa con América y África habían sido cortados por los británicos el mismo día que entraron a la guerra, en agosto de 1914, dejando a los alemanes con grandes dificultades para comunicarse.

          Los alemanes, por supuesto, aprovecharon la buena voluntad de Wilson para utilizar su cable para otros fines, incluyendo el de perjudicar a los propios EE.UU.

          Pero no contaban con la astucia de los británicos que, por lo menos hasta la Segunda Guerra Mundial (SGM), fueron los maestros del espionaje y el contraespionaje. En la PGM tenían la Sala 40, encargada de descifrar las claves del enemigo (en la SGM fue Bletchley Park) y allí lograron interceptar las comunicaciones y penetrar el código alemán. Luego de descifrar el telegrama, y después de muchas dudas, se lo entregaron al gobierno norteamericano y a la prensa de ese país.

          Como era de esperarse, se produjo una ola de indignación patriótica, alimentada hasta el paroxismo por la prensa de Randolph Hearst y, finalmente, el Congreso y el gobierno declararon la guerra a Alemania el 6 de abril de 1917.

          No obstante, como los EE.UU. no tenían un ejército permanente importante, tuvieron que reclutar cientos de miles de voluntarios, entrenarlos y armarlos. Los contingentes significativos de tropas norteamericanas no empezaron a llegar al frente de batalla europeo sino hasta un año después, en abril de 1918.

          El motivo del absurdo telegrama Zimmermann –por supuesto el gobierno mexicano, empeñado en un guerra civil con múltiples frentes, no aceptó la oferta alemana- fue que el verdadero dictador de Alemania en ese momento, el general Erich Ludendorff, consciente de la imposibilidad de derrotar a los aliados en la guerra terrestre, había decidido desatar la guerra total en el mar a partir del 1 de febrero de 1917: los submarinos atacarían a cualquier barco, así no perteneciera a los países beligerantes. Y sospechaba que eso decidiría a los EE.UU. a entrar a la guerra, así es que para distraerlos quería abrirles un frente bélico en su frontera sur.

          Hasta ese momento los submarinos alemanes atacaban a los barcos de los países enemigos, pero no a los de los neutrales. Algunos incidentes, como los del Lusitania, buque civil hundido en 1915 –murieron 1,198 pasajeros incluyendo 124 norteamericanos- suscitaron indignación, pero Wilson se rehusó a involucrar a EE.UU. en la guerra.

          Y lo mismo ocurrió luego que Alemania emprendió la guerra indiscriminada a partir del 1 de febrero de 1917. Pero el telegrama Zimmermann ya había sido enviado y estaba en poder de los británicos, que le dieron buen uso. Así, los EE.UU. entraron en la guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario