(Publicado en El Comercio el 13 de junio de 2020)
CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
La cuarentena
eterna
A pesar del fracaso absoluto de la
estrategia del Gobierno para enfrentar la pandemia, ya algunos de sus voceros
esbozan la posibilidad de prolongar la cuarentena que ha puesto al Perú como el
país con la mayor recesión en el mundo -12% de caída del PBI según los cálculos
optimistas del Banco Mundial- y con un altísimo porcentaje de fallecidos e
infectados por millón de habitantes, a pesar del evidente sub registro de las
cifras oficiales, factor en el cual también el Perú encabeza las estadísticas
en el mundo entero.
Otro récord que ha batido el gobierno
del presidente Martín Vizcarra es el de imponer una de la cuarentenas más
largas del mundo, que se mantiene a pesar de su evidente ineficacia. Como ha
dicho el médico Elmer Huerta, que no es un opositor al gobierno, “parece
que las medidas han sido hechas para otra sociedad. (...) Hemos hecho la cuarentena como para un país
desarrollado.” (“La República”, 11/6/20). En realidad, exagera un poco.
Ningún país desarrollado ha tenido una cuarentena tan larga y tan estricta. Y
–es necesario precisarlo- solo para el sector formal, ese 30% que es el que
paga la inmensa mayoría de los impuestos que sostienen al Estado y que es el
que permite el crecimiento y el empleo de cierta calidad. Porque los
informales, como era obvio que sucedería, no pueden soportar un encierro tan
largo y lo rompieron muy pronto.
A estas
alturas el virus ya se ha propagado por todo el Perú y no hay manera de
detenerlo. Por eso la cuarentena es inútil y solo aumenta la destrucción de la arruinada
economía, que tendrá efectos devastadores sobre millones de personas. Pero el
Gobierno y sus miembros más autoritarios y estatistas están felices imponiendo
medidas absurdas y contradictorias sobre una sociedad maltrecha, asustada y sin
rumbo.
Las ilusorias
perspectivas que el presidente ha estado transmitiendo en sus monólogos del
mediodía solo servían para justificar la cuarentena. Anunciaba que el número de
infectados y fallecidos ya estaba por disminuir por lo que había que mantener
el encierro obligatorio un tiempo más. El martillo y la danza, la meseta y
otras necedades que se demostraron falsas –hace un par de días en número de
muertos alcanzó un nuevo pico- eran celebradas con entusiasmo por sus bien
gratificados partidarios, que ahora ya no las recuerdan.
La única
alternativa razonable, levantar la cuarentena manteniendo medidas básicas de
cuidado, parece estar fuera de la perspectiva del inepto Gobierno que por
desgracia nos ha tocado soportar en medio de una crisis mundial. Uso de
mascarillas, distanciamiento social, teletrabajo en oficinas públicas y
privadas, alternancia de días y horas para los que no pueden hacer teletrabajo,
reparto de alimentos a los más pobres usando a la Iglesia Católica, las FFAA y
las empresas privadas –y no a los corruptos e ineficientes municipios-, son
algunas de las cosas que se han podido y se pueden hacer, pero que el Gobierno
obstinadamente se niega a poner en práctica.
A estas
alturas no cabe duda que ni la cuarentena ni las medidas sanitarias del
Gobierno van a detener la expansión del virus que, sin embargo, es posible que
se vaya extinguiendo. En
efecto, expertos italianos han descubierto que el coronavirus parece estar
envejeciendo y su letalidad disminuyendo.
Massimo Clementi, uno de los principales científicos italianos
en la lucha contra la pandemia, detectó que los nuevos pacientes de Covid-19 tienen una carga
viral mucho menor que aquellos que se contagiaban hace tres meses. “Ya no llegan pacientes que necesitan
inmediatamente entrar en la UCI y respiración asistida”, comentó. Según
Clementi, este fenómeno no ocurre solo en su país, sino en prácticamente todo
el mundo. “Ha cambiado su
virulencia, es como si hubiese ‘envejecido’”, expresó el experto
italiano. Sostiene que la evolución de la actual pandemia, está “destinada a apagarse”. (“La
República”, 6/6/20).
Eso también ocurrió con la mal llamada
gripe española, muchísimo más letal que la actual, que apareció en 1918 y mató
entre 50 y 100 millones de personas. En esa época no hubo ni vacunas ni
remedios, la gripe desapareció tal como llegó, sin que se supiera mucho al
respecto.
Esperemos que tenga razón el científico
italiano –y otros que con diversos argumentos apuntan a lo mismo-, porque es
obvio que no se puede confiar que un Gobierno tan incompetente frene la
expansión del virus.