jueves, 7 de septiembre de 2023

Es el liderazgo, idiota

 CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

Para combatir la delincuencia

Es el liderazgo, idiota

 

        Después de varias semanas de discusión sobre la manera de enfrentar la ola delincuencial, que ha rebasado la capacidad de las instituciones para enfrentarla, todavía hay cándidos que siguen hablando sobre los tatuajes de los miembros de las maras en El Salvador o el tamaño de ese país centroamericano para, cerrilmente, intentar negar lo evidente: existe una estrategia impresionantemente exitosa de la que hay que aprender.

Y la enseñanza más importante es, sin duda, la del liderazgo. Se requiere un liderazgo fuerte y enérgico que, si es indispensable, rompa las normas vigentes si estas impiden vencer en una guerra que es de vida o muerte para la nación.

La crítica más recurrente de la horda caviar contra el liderazgo de Nayib Bukele, es que es un autoritario, que ha atropellado a otros poderes corruptos e ineficientes que obstaculizaban e impedían una eficaz lucha contra la delincuencia.

En verdad, no solo son malévolos sino ignorantes. La historia reciente, está plagada de ejemplos de líderes democráticos que han tenido que quebrar las normas para salvar a sus países del desastre. En anteriores oportunidades he escrito sobre ello en esta página. En “Liderazgo fuerte” (8/6/23) reseñé el libro del historiador británico Ian Kershaw, “Personalidad y poder: Forjadores y destructores de la Europa moderna”. (2022).

Allí Kershaw se refiere a Charles de Gaulle, famoso por su imponente liderazgo, que resume así: “Su estilo de gobierno se caracterizó por un elevado ritmo de trabajo (…) lo que, unido al minucioso examen de los argumentos de los ministros y a su extraordinaria memoria, contribuyó a consolidar su autoritarismo instintivo.”

El forjador de la Alemania moderna, Konrad Adenauer, tenía “una tendencia inequívocamente autoritaria. Ya en su época de Colonia mostró rasgos de dictador. Sus adversarios de la izquierda lo llamaban el «Mussolini alemán» o «Duce de Colonia»”. Y añade, “Creía en el gobierno democrático. Pero, a su juicio, la democracia había que dirigirla, guiarla, manejarla. (…) El carácter de la incipiente democracia alemana occidental llevaba el sello de la personalidad autoritaria de Adenauer.

Kershaw concluye: En estos casos se trata de líderes que condujeron a sus naciones en el marco de la democracia, pero tuvieron que recurrir a métodos extraordinarios para sacarlas adelante en el contexto de gravísimas amenazas: “al menos algunos de los líderes democráticos más sobresalientes del siglo XX eran por temperamento autocráticos, y en determinadas circunstancias sus tendencias autoritarias fueron incluso ventajosas. En ciertos momentos críticos, especialmente en la guerra, los procesos políticos lentos y a menudo laboriosos son por lo general inadecuados. Entre los casos abordados aquí, Churchill, De Gaulle y Thatcher tuvieron que tomar decisiones rápidas que, por su propia naturaleza, se saltaban los procedimientos democráticos completos.”

        La diferencia con los dictadores es que los líderes democráticos abandonan el poder cuando el pueblo así lo decide.

        Otro ejemplo es el que reseñé en esta página, “El hombre que creó un país” (13/4/23), tomando el texto de Henry Kissinger, “Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial”, 2023, donde analiza el desempeño, entre otros, de Lee Kuan Yew, que gobernó Singapur autoritariamente durante tres décadas y convirtió una pequeña isla sin recursos naturales en una potencia mundial.

Por ejemplo, para erradicar la muy arraigada corrupción, Lee aprobó normas muy duras, liquidándola rápida e implacablemente, limitando el derecho de defensa de los funcionarios acusados de recibir sobornos. Por supuesto, eso sería imposible en el Perú de hoy, con los caviares defendiendo las garantías para los delincuentes y para sus corruptos. En 2020, Singapur era el tercer país menos corrupto del mundo.

Eso se pudo lograr con un liderazgo fuerte, competente y honesto y con un sistema político que, si se intentara en algún país hoy, sería repudiado y censurado por los caviares del mundo entero. Como anota Kissinger, “Hoy, Singapur sigue siendo un Estado autoritario, pero el autoritarismo per se no era el objetivo de Lee: era un medio para conseguir un fin. (…) En Singapur las elecciones no son democráticas, pero no carecen de importancia.”

Es decir, una combinación de gobierno fuerte y elecciones controladas.

        En suma, parafraseando la famosa frase de la campaña de Bill Clinton en 1992, “es la economía, estúpido”, se puede afirmar en el Perú de hoy: es el liderazgo, idiota. Si no surge un liderazgo fuerte, de esos que los caviares denominan autoritarios, que enfrente con energía la delincuencia, el Perú seguirá desbarrancándose en el abismo del caos y la barbarie.

Publicado en Lampadia 7/9/23





 



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