CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para combatir la delincuencia
Es el liderazgo,
idiota
Después de varias semanas de discusión
sobre la manera de enfrentar la ola delincuencial, que ha rebasado la capacidad
de las instituciones para enfrentarla, todavía hay cándidos que siguen hablando
sobre los tatuajes de los miembros de las maras en El Salvador o el tamaño de
ese país centroamericano para, cerrilmente, intentar negar lo evidente: existe
una estrategia impresionantemente exitosa de la que hay que aprender.
Y la enseñanza más importante es, sin duda, la del liderazgo. Se requiere
un liderazgo fuerte y enérgico que, si es indispensable, rompa las normas
vigentes si estas impiden vencer en una guerra que es de vida o muerte para la
nación.
La crítica más recurrente de la horda caviar contra el liderazgo de Nayib
Bukele, es que es un autoritario, que ha atropellado a otros poderes corruptos
e ineficientes que obstaculizaban e impedían una eficaz lucha contra la
delincuencia.
En verdad, no solo son malévolos sino ignorantes. La historia reciente,
está plagada de ejemplos de líderes democráticos que han tenido que quebrar las
normas para salvar a sus países del desastre. En anteriores oportunidades he
escrito sobre ello en esta página. En “Liderazgo fuerte” (8/6/23) reseñé el libro del historiador británico Ian Kershaw, “Personalidad y poder: Forjadores y destructores de
la Europa moderna”. (2022).
Allí Kershaw se refiere a Charles de Gaulle, famoso por su imponente
liderazgo, que resume así: “Su estilo de gobierno se caracterizó por un elevado
ritmo de trabajo (…) lo que, unido al minucioso examen de los argumentos de los
ministros y a su extraordinaria memoria, contribuyó a consolidar su
autoritarismo instintivo.”
El forjador de la Alemania moderna, Konrad Adenauer, tenía “una
tendencia inequívocamente autoritaria. Ya en su época de Colonia mostró
rasgos de dictador. Sus adversarios de la izquierda lo llamaban el «Mussolini
alemán» o «Duce de Colonia»”. Y añade, “Creía en el gobierno democrático. Pero,
a su juicio, la democracia había que dirigirla, guiarla, manejarla. (…)
El carácter de la incipiente democracia alemana occidental llevaba el sello de la personalidad autoritaria de
Adenauer.”
Kershaw concluye: En estos casos se trata de líderes que condujeron a
sus naciones en el marco de la democracia, pero tuvieron que recurrir a métodos extraordinarios para sacarlas
adelante en el contexto de gravísimas amenazas: “al menos algunos de los
líderes democráticos más sobresalientes del siglo XX eran por temperamento autocráticos, y en determinadas
circunstancias sus tendencias autoritarias fueron incluso ventajosas. En
ciertos momentos críticos, especialmente en la guerra, los procesos
políticos lentos y a menudo laboriosos son por lo general inadecuados. Entre
los casos abordados aquí, Churchill, De Gaulle y Thatcher tuvieron que tomar
decisiones rápidas que, por su propia naturaleza, se saltaban los
procedimientos democráticos completos.”
La
diferencia con los dictadores es que los líderes democráticos abandonan el
poder cuando el pueblo así lo decide.
Otro ejemplo es el
que reseñé en esta página, “El hombre que creó un país” (13/4/23), tomando el texto
de Henry Kissinger, “Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial”, 2023,
donde analiza el desempeño, entre otros, de Lee Kuan Yew, que gobernó Singapur autoritariamente
durante tres décadas y convirtió una pequeña isla sin recursos naturales en una
potencia mundial.
Por ejemplo, para erradicar la muy arraigada corrupción, Lee
aprobó normas muy duras, liquidándola rápida e implacablemente, limitando el
derecho de defensa de los funcionarios acusados de recibir sobornos. Por
supuesto, eso sería imposible en el Perú de hoy, con los caviares defendiendo
las garantías para los delincuentes y
para sus corruptos. En 2020,
Singapur era el tercer país menos corrupto del mundo.
Eso se pudo lograr con un liderazgo fuerte,
competente y honesto y con un sistema político que, si se intentara en algún
país hoy, sería repudiado y censurado por los caviares del mundo entero. Como
anota Kissinger, “Hoy, Singapur sigue siendo un
Estado autoritario, pero el autoritarismo per se no era el objetivo de Lee: era
un medio para conseguir un fin. (…) En Singapur las elecciones no son
democráticas, pero no carecen de importancia.”
Es decir, una
combinación de gobierno fuerte y elecciones controladas.
En suma, parafraseando la famosa frase
de la campaña de Bill Clinton en 1992, “es la economía, estúpido”, se puede
afirmar en el Perú de hoy: es
el liderazgo, idiota. Si no surge un liderazgo fuerte, de esos que los
caviares denominan autoritarios, que enfrente con energía la delincuencia, el
Perú seguirá desbarrancándose en el abismo del caos y la barbarie.
Publicado en Lampadia 7/9/23
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