CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Riqueza, desigualdad,
tecnología
Un titular del diario
español El País al comenzar el año
muestra una información que tiene hondas repercusiones políticas: “Los más ricos del mundo aumentan un 30% su
patrimonio en el último año” (2/1/22).
Eso
significa, de acuerdo a la misma fuente, que las 20 mayores
fortunas del mundo vieron crecer su patrimonio conjunto en 500.000 millones de
dólares.
Ocho de
los diez más ricos del mundo basan su fortuna en la tecnología, incluyendo a
Elon Munsk (Tesla), Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft), Larry Page y
Sergey Brin (Google) y Mark Zuckerberg (Facebook).
El
problema no es que esos magnates –la mayoría norteamericanos- hayan aumentado
sus fortunas, sino que simultáneamente “la clase media
de Estados Unidos vio reducida su riqueza”, según la La gaceta de la iberósfera (3/1/22).
En su
último libro, “El corredor estrecho”, Daron Acemoglu y James Robinson señalan
ese problema como una de las más importantes amenazas a la democracia y el
libre mercado. Las cifras de la concentración de los ingresos que resumen esa
situación son realmente preocupantes:
“Ese 1 por ciento de los
estadounidenses recibía alrededor del 9 por ciento de los ingresos en la década
de 1970. En 2015 esa cifra había ascendido al 22 por ciento. El aumento ha sido
aún más sorprendente para el 0,1 por ciento, que fue de alrededor del 2,5 por
ciento en la década de 1970 y casi un 11 por ciento del ingreso nacional en
2015.”
A la luz de las últimas cifras
resumidas al principio de este artículo, esa tendencia no deja de aumentar.
A fines del siglo XIX y
principios del XX hubo una situación similar en los EE.UU., señalan Acemoglu y
Robinson, cuando “magnates ferroviarios como Cornelius Vanderbilt y Jay Gould,
industriales como John D. Rockefeller y Andrew Carnegie, y financieros como
John Pierpont Morgan, estos ´barones ladrones´ no sólo invirtieron de forma
masiva e impulsaron la expansión económica, sino que amasaron fortunas sin
precedentes y abusaron de manera habitual de su poder económico y político.”
La respuesta fue un
aumento de la
capacidad del Estado para regular estos monopolios, empezando por la Ley de
Comercio Interestatal de 1887, el primer paso hacia una regulación nacional de
la industria, seguida de la Ley Antimonopolio Sherman de 1890, la Ley Hepburn
de 1906 y la Ley Antimonopolio Clayton de 1914. Los presidentes sucesivos,
Theodore Roosevelt y William H. Taft (republicanos) y Woodrow Wilson
(demócrata), utilizaron estas leyes para deshacer los monopolios.
Eso hasta ahora no ha sucedido en lo que va del
siglo XXI.
Es necesario resolver este problema, porque
está muchas veces en la base del éxito de políticas populistas, que utilizan
engañosamente el crecimiento de la fortuna de los ricos y el estancamiento de
los ingresos de la clase media para proponer –y, a veces, realizar- políticas
que terminan arruinando el crecimiento y empobreciendo a todos, excepto a los
populistas que se hacen del poder y amasan fortunas no producto del trabajo y
la innovación, sino del uso corrupto del poder político.
En su excelente libro sobre el avance del
populismo en el mundo, “El pueblo contra la democracia”, Yascha Mounk señala
como en EE.UU. “de 1935 a 1960, el nivel de vida del estadounidense medio se
duplicó. De 1960 a 1985, volvió a duplicarse de nuevo. Desde 1985 se ha
mantenido básicamente plano: el hogar estadounidense medio no es más rico ahora
que treinta años antes.” Ahora, dice Mounk, la mitad de los estadounidenses se
quedan estancados sin que su situación mejore a lo largo de su vida, cosa que
no ocurría antes.
Si eso sucede en EE.UU., en muchos otros
lugares es peor. En el Perú, tres décadas de crecimiento –la de 2004 a 2014
espectacular-, se han visto bruscamente frenadas por gobiernos caviares con
consecuencias políticas desastrosas.
En Chile acabamos de ver cómo, después de
décadas de crecimiento y de mejora sustancial del nivel de vida de todos, la
desigualdad ha sido un tema crucial en la campaña del populismo izquierdista
para hacerse del poder y probablemente arruinar al país y empobrecer a todos.
Por último, otro problema de la realidad
descrita aquí, es el que pronostica Eurasia
Group: una de las amenazas más importantes del 2022 es lo que denomina el
mundo tecnopolar “un puñado de empresas tecnológicas son ahora tan poderosas como los
estados-nación: actores geopolíticos con una influencia sin precedentes sobre
la información a la que tenemos acceso”. (Gzero, 4/1/22).
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