El doble estándar norteamericano
Como los Estados Unidos ayudan a sus enemigos: una crítica de Jeane Kirkpatrick y Henry Kissinger
Fernando Rospigliosi
Hace
poco, el 6 de junio, fue detenido en Argentina un avión de una línea aérea
venezolana, Emtrasur, y la fiscalía imputó al piloto iraní Gholamreza Ghasemi, miembro
de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica (organización
considerada terrorista) y a la tripulación -5
iraníes y 14 venezolanos- por su vinculación con el terrorismo. En realidad,
todo indica que el avión pertenece a la iraní Qeshm Fars
Air, que vuela a veces con la cobertura de otra
empresa venezolana. En la nave aérea viajaba un número desusado de supuestos
tripulantes que se presume vinculados a actividades terroristas. (https://www.sandiegouniontribune.com/en-espanol/noticias/story/2022-06-21/argentina-fiscal-imputa-a-piloto-irani-de-avion-venezolano; https://www.infobae.com/america/mundo/2022/06/22/escandalo-del-avion-venezolano-irani-en-argentina-el-piloto-tenia-en-su-celular-fotos-de-tanques-y-misiles/).
El
asunto es muy sensible en Argentina, porque como se sabe, los iraníes fueron
los responsables de los monstruosos atentados contra la AMIA y la embajada de Israel
en Buenos Aires. El 17 de marzo de 1992 un ataque a la embajada causó 22 muertos y
242 heridos. Y el 18 de julio de 1994 un coche bomba en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) mató a 85 personas e hirió a 300.
Los atentados quedaron impunes con la complicidad de
sucesivos gobiernos.
Utilizando
sus muy estrechas relaciones con la dictadura de Nicolás Maduro y con otros
gobiernos afines, los iraníes están intensificando su penetración en el
continente.
Los
iraníes siguen cometiendo atentados en todo el mundo. Hace pocos días, la
policía turca detuvo a varios sicarios que pensaban secuestrar y asesinar a
turistas israelíes en ese país. (https://elpais.com/internacional/2022-06-23/turquia-desarticula-una-red-irani-que-planeaba-atentar-contra-israelies-en-estambul.html)
Pero
lo peor es que la teocracia iraní avanza inexorablemente en su propósito de
construir armas atómicas y tiene la declarada intención de borrar del mapa al
Estado de Israel y a todos sus habitantes.
Una
cosa que no se suele recordar ahora, es como ese grupo de enloquecidos
fanáticos se hizo del gobierno de un país rico en petróleo y con una tradición
cultural milenaria que iluminó a toda esa región durante siglos.
Lo
hicieron gracias a la ayuda del gobierno de los Estados Unidos, que socavó y
ayudó a derribar al gobierno del Shah de Irán, Reza Pahlevi, un régimen
corrupto y represivo -como hay muchísimos en el mundo entero- pero que era un
aliado de los EEUU y eventualmente podía evolucionar, para ser reemplazado por
un régimen totalitario, mil veces más represivo y corrupto que el anterior, y
que es ahora un peligro para el mundo entero, incluyendo Latinoamérica.
¿Cómo los EEUU
cometieron un desatino tan colosal? La académica y diplomática Jeane
Kirkpatrick, profesora de la Universidad de Georgetown y embajadora de los EEUU
en la ONU, lo explicó magistralmente en un artículo publicado pocos meses
después de la caída del Shah: “Dictatorships and Double Standards” en
la revista Commentary (noviembre 1979). Allí la autora subraya
que “no hay duda de que los Estados Unidos ayudaron a la salida
del Shah”.
Con
gran perspicacia Kirkpatrick, pocos meses después del derrocamiento del Shah
(enero 1979) y de Anastasio Somoza en Nicaragua (julio de 1979), analiza y
critica la política de su país que ayuda a sus enemigos y socava a sus aliados
-que pueden ser desagradables e incluso repugnantes-, para que los
reemplacen regímenes mucho peores, en todo sentido. Y recuerda que antes han
hecho lo mismo en los casos de China y Cuba.
“Pero una vez que opositores violentos lanzaron una ofensiva, todo
cambió. La aparición de una oposición seria y violenta en Irán y Nicaragua
puso en movimiento una sucesión de hechos que mostraban sugestivas
similitudes entre ambos, además de un parecido sugerente con nuestra conducta
en China antes de la caída de Chiang Kai-shek, en Cuba antes del triunfo de
Castro (…) En cada uno de estos países, el esfuerzo norteamericano por imponer
la liberalización y la democratización a un gobierno enfrentado a una violenta
oposición interna no sólo falló, sino que en realidad ayudó a la toma del poder
por nuevos regímenes bajo los cuales las personas comunes gozan
de menos libertades y menos seguridad personal que bajo las autocracias
anteriores; más aún, regímenes hostiles a los intereses y políticas
norteamericanos.”
Aquí la autora señala otra de las características de esta política, la
bienintencionada abstracción de pretender que un sistema político como el
norteamericano puede ser exportado e impuesto rápidamente en sociedades que
tienen una historia y una cultura diferentes. El resultado es casi siempre el
mismo, lo que en realidad resulta es que los partidarios del totalitarismo se
aprovechan del debilitamiento de los gobiernos para imponerse y aplastar toda
posibilidad de resistencia.
Kirkpatrick añade otro elemento importante que se deriva de esta
política equivocada: los amigos se dan cuenta que no se puede confiar en los
EEUU.
“En cualquier caso, los Estados Unidos, por su propia falta
de comprensión de la situación, habrán sido llevados a ayudar activamente
a derrocar a un amigo y aliado de otro tiempo y a instalar un gobierno
hostil a los intereses y políticas norteamericanos en el mundo. (…) Y en todas
partes nuestros amigos se habrán dado cuenta que no se puede contar con Estados
Unidos en tiempos difíciles, y nuestros enemigos habrán notado que el apoyo
norteamericano no proporciona ninguna seguridad frente al avance de la
historia.”
La
autora remarca que no era inevitable que esos gobiernos aliados cayeran, sino
que luego que hubieron derrotado a sus violentos opositores, la acción de los
EEUU fue decisiva para derribarlos.
“Después que el régimen de Somoza derrotara la primera ola de violencia
sandinista, los Estados Unidos terminaron con la ayuda, impusieron sanciones y
dieron otros pasos que minaron el status y la credibilidad del gobierno en los
asuntos domésticos y extranjeros. (…) el Departamento de Estado
norteamericano designó un nuevo embajador, quien rehusó presentar sus
credenciales a Somoza, a pesar de que éste era aún jefe de Estado, y
propuso reemplazar al gobierno por "un gobierno provisional de base
amplia que incluiría representantes de las guerrillas sandinistas".”
Ella insiste en que, en la base del problema, está la errada creencia de
los liberales norteamericanos (izquierdistas o caviares se les denomina hoy),
que se puede obligar a otras sociedades a adoptar un sistema político que ellos
creen el mejor.
“no hay una idea que domine tanto en la mente de los
norteamericanos educados como la creencia de que es posible democratizar los
gobiernos en cualquier tiempo, lugar o circunstancia. Esta noción está
desmentida por gran cantidad de evidencia basada en la experiencia de docenas
de países que han intentado con más o menos (generalmente menos) éxito cambiar
de un gobierno autocrático a uno democrático.”
Cegados por su ideología, minaron y debilitaron a las dictaduras aliadas
a pesar que era evidente que sus sueños serían irrealizables y que los
beneficiarios de esa política suicida serían los peores enemigos de la
democracia y de los EEUU.
“Ni en Nicaragua ni en Irán se dieron cuenta que el único resultado
probable de un esfuerzo para reemplazar a un autócrata por uno de sus
críticos moderados o por una "coalición de amplia participación",
será la destrucción de los fundamentos del régimen existente, sin que esto
lleve a la nación más cerca de la democracia. Y, sin embargo, este resultado
era absolutamente predecible.”
Y luego esboza lo que sería una teoría que tuvo importancia en los años
siguientes: la diferencia entre gobiernos autoritarios, que eventualmente
pueden evolucionar hacia una democratización y los totalitarios, que no cambian
y que solo terminan cuando son derribados.
“las autocracias de derecha algunas veces evolucionan efectivamente en
democracias, si se dan el tiempo, las circunstancias económicas, sociales y
políticas propicias, líderes talentosos, y una fuerte demanda de los ciudadanos
por un gobierno representativo.”
Lo
peor de todo es algunos políticos norteamericanos no aprendieron la lección y
han seguido cometiendo similares errores. Por ejemplo, invadieron con
argumentos falsos Irak en 2003 –armas de destrucción masiva- y derribaron al
régimen corrupto y represivo de Sadam Hussein, que era un contrapeso en esa
región a la teocracia iraní (sostuvieron una desgastadora guerra entre 1980 y
1988).
El
resultado es que después de cientos de miles de muertos irakíes, y decenas de
miles de millones de dólares gastados, Irak vive en el caos, con gobiernos débiles y
favorables a la teocracia iraní que tiene ahora una gran influencia en ese país.
En
América Latina, como también observó Kirkpatrick, fueron decisivos en derribar
al gobierno corrupto y represivo de Anastasio Somoza, un aliado de los EEUU,
para instalar a un gobierno más corrupto y más represivo, el de Daniel Ortega,
un enemigo de los EEUU, el mismo que sigue en el poder hoy –después de un breve
interregno democrático-, 43 años después que los norteamericanos lo ayudaron a
llegar ahí.
¿Se
ha renovado la política norteamericana en Latinoamérica? Todo indica que no.
Siguen siendo complacientes con sus enemigos y es probable que de opongan a
cualquier intento de desalojarlos.
Lo
que Kirkpatrick señala como el doble estándar de la política norteamericana, es
que son muy severos con sus aliados cuando no cumplen las reglas de los que
ellos creen que es un buen gobierno, y hacen lo posible por derribarlos si es
que aparece una oposición violenta. Y son muchas veces blandos y complacientes
con sus enemigos, a los cuales sí les reconocen el derecho a hacer lo que les
da la gana en sus países.
“Los principios de autodeterminación y
de no intervención son aplicados selectivamente. Parecemos aceptar el
statu quo en las naciones comunistas (en nombre de la
"diversidad" y autonomía nacional), pero no en naciones gobernadas
por dictadores de "derecha".”
Más
de medio siglo después del premonitorio análisis de Kirkpatrick, Henry
Kissinger, otro académico y diplomático, coincide en su último libro
“Orden Mundial” (2015), en que los EEUU fueron decisivos en la caída del Shah
de Irán, aunque utiliza un lenguaje más suave:
“Irónicamente, la llegada de los ayatolás al poder fue favorecida en sus
últimas etapas por la disociación de Estados Unidos del régimen existente, en
la errónea creencia de que el cambio que se avecinaba aceleraría el
advenimiento de la democracia y fortalecería los lazos con Irán.”
Kissinger
critica también ese doble estándar en la política exterior norteamericana y
propone volver a los principios westfalianos (refiriéndose a la paz de
Westfalia, 1648). Lo que él sugiere es la adopción de una política
procedimental de reconocimiento de los estados y la no injerencia en sus
asuntos internos:
“La Paz de
Westfalia reflejó una adaptación práctica a la realidad, no una visión moral
única. Se basaba en un sistema de estados independientes que se abstuvieran de
interferir en los asuntos internos ajenos y controlaran mutuamente sus
ambiciones a través de un equilibrio general del poder.”
(…)
“La
genialidad de este sistema, y la razón de que se extendiera por todo el mundo,
era que sus disposiciones eran procedimentales, no sustanciales. Si un Estado
aceptaba estos requerimientos básicos podía ser reconocido como un órgano
internacional capaz de mantener su propia cultura, política, religión y
políticas internas, y protegido de cualquier intervención externa por el
sistema internacional.”
(…)
“La relevancia universal del sistema westfaliano derivaba de su
naturaleza procedimental: vale decir, neutral. Sus reglas eran accesibles a
cualquier país: no injerencia en los asuntos internos de otros estados;
inviolabilidad de las fronteras; soberanía de los estados; mantenimiento del
derecho internacional.”
En
síntesis, es importante recordar hoy algunas de las consecuencias de este doble
estándar de la política norteamericana, aplicada sobre todo por los gobiernos
demócratas aunque no solo por ellos. Las fundamentadas críticas de esos
brillantes académicos y diplomáticos –Kirkpatrick y Kissinger-, parecen no
haber tenido la influencia que merecían entre los decisores de ese país.
Lo que sí es evidente ahora es que el mundo ha cambiado y que hay otros
países que son más proclives a adherir a los principios westfalianos.
Excelente!!! Carter fue el padre de esas debacles con el cuento de los ddhh
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