El golpe que no fue
Fernando Rospigliosi
En setiembre de 1938 un grupo de altos mandos militares planeó un golpe
para derrocar a Adolfo Hitler. Ellos se dieron cuenta que iba a conducir a
Alemania a una nueva guerra y sabían que la perderían (eran profesionales de la
guerra). Fracasaron.
Como en todo golpe, había algunos decididos, otros vacilantes y la
mayoría expectante para sumarse al carro del vencedor.
Hitler siguió en el poder y, como varios habían previsto, condujo a
Alemania a una conflagración devastadora. Cincuenta o sesenta millones de
personas perecieron en la Segunda Guerra Mundial (SGM), entre ellos 7.5
millones de alemanes. Seis millones de judíos fueron asesinados. El país fue
destruido, perdió la tercera parte de su territorio y, de lo quedó, la mitad
fue sometida a una brutal ocupación y dictadura comunista –Alemania Oriental-
que duró desde 1945 hasta 1989.
Otra habría sido la historia si ese golpe
triunfaba. Los militares que querían derrocar a Hitler no lo hacían por
adhesión a la democracia sino por patriotismo, para salvar a su país de la
destrucción.
Uno de los principales inspiradores del
golpe fue el general Ludwig Beck,
que era Jefe del Estado Mayor del Ejército desde 1935. Cuando Hitler informó al
alto mando que iba a invadir Checoeslovaquia con el pretexto de recuperar los
Sudetes (región con población alemana), Beck trató de disuadirlo. Como no lo logró
y la decisión de la invasión –que supuestamente ocasionaría la guerra con el Reino
Unido y Francia- se mantenía, Beck renunció el 18 de agosto de 1938. Luego
intentó persuadir a los mandos del Ejército para derrocar a Hitler.
Consiguió que su reemplazante, el
general Franz Halder, participara en la conspiración junto con otros mandos, como
el general Erwin von Witzleben y el coronel Hans Oster, segundo de la Abwehr, el servicio
de inteligencia de las Fuerzas Armadas.
El Comandante General del Ejército, Walther von Brauchitsch –ocupaba
el cargo desde enero de 1938-, era uno de los que no se comprometía y esperaba
el resultado. Dijo: “Yo no haré nada, pero no impediré que otros actúen, son
asuntos políticos no militares.”
El golpe se iba a producir cuando Hitler diera la orden de
invasión. Pero esa orden nunca llegó.
El primer
ministro británico Neville Chamberlain, dispuesto a todo para evitar la guerra y
con la equivocada creencia que lo lograría cediendo ante Hitler (ver mi post “Falsificación histórica.
La película ´Múnich en vísperas de una guerra´.”, 29/1/22), viajó a
Alemania dos veces a entrevistarse con Hitler y, al final, con la colaboración
de Benito Mussolini, logró el Acuerdo de Múnich, el 30 de setiembre de 1938, en
que se entregaban los Sudetes a Alemania, sin siquiera consultarle a
Checoeslovaquia.
Al no producirse la invasión, el golpe se desmontó. Y la anunciada tragedia siguió su curso.
Un año después, a mediados de agosto de 1939, cuando Hitler había
decidido invadir Polonia, Halder trató nuevamente, junto con Beck, de derrocar
a Hitler. Esta vez Brauchitsch se opuso. Y el 1 de
setiembre se produjo la invasión, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.
El general
Beck participó en varios complots contra Hitler en los años siguientes, hasta
el último, el 20 de julio de 1944, cuando se salvó milagrosamente de la
explosión de una bomba en la Guarida del Lobo. Al día siguiente Beck fue
obligado a suicidarse, miles de militares y civiles fueron detenidos y
asesinados o enviados a campos de concentración.
Brauchitsch,
que fue uno de los generales sobornados con decenas de miles de marcos por
Hitler, fue forzado a renunciar el 19 de diciembre de 1941, cuando la ofensiva
alemana sobre Moscú fue detenida. Hitler asumió la Comandancia General del
Ejército propiciando nuevas derrotas.
Este es un ejemplo conocido de un golpe frustrado que, de haber tenido
éxito, probablemente hubiera evitado el desastre de la SGM (ver mi artículo en La
República, “La Guerra que nadie quería”, 1/9/13. Como ya no está en la web de
La República, lo he reproducido en mi blog http://huevosdeesturion.blogspot.com/).
Hay otros ejemplos, menos divulgados y recordados, que muestran lo
mismo. En ciertas circunstancias, un golpe, normalmente indeseable, puede ser
la única alternativa viable para evitar una catástrofe y reencauzar a un país
antes que se produzca la hecatombe.
Pero muchas veces no se producen, por la funesta indecisión de quienes
pueden hacerlo, y la corrupción y el acomodo de otros.
El general Ludwig Beck
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