martes, 5 de julio de 2022

El golpe que no fue



El golpe que no fue

Fernando Rospigliosi

 

En setiembre de 1938 un grupo de altos mandos militares planeó un golpe para derrocar a Adolfo Hitler. Ellos se dieron cuenta que iba a conducir a Alemania a una nueva guerra y sabían que la perderían (eran profesionales de la guerra). Fracasaron.

Como en todo golpe, había algunos decididos, otros vacilantes y la mayoría expectante para sumarse al carro del vencedor.

Hitler siguió en el poder y, como varios habían previsto, condujo a Alemania a una conflagración devastadora. Cincuenta o sesenta millones de personas perecieron en la Segunda Guerra Mundial (SGM), entre ellos 7.5 millones de alemanes. Seis millones de judíos fueron asesinados. El país fue destruido, perdió la tercera parte de su territorio y, de lo quedó, la mitad fue sometida a una brutal ocupación y dictadura comunista –Alemania Oriental- que duró desde 1945 hasta 1989.

        Otra habría sido la historia si ese golpe triunfaba. Los militares que querían derrocar a Hitler no lo hacían por adhesión a la democracia sino por patriotismo, para salvar a su país de la destrucción.

        Uno de los principales inspiradores del golpe fue el general Ludwig Beck, que era Jefe del Estado Mayor del Ejército desde 1935. Cuando Hitler informó al alto mando que iba a invadir Checoeslovaquia con el pretexto de recuperar los Sudetes (región con población alemana), Beck trató de disuadirlo. Como no lo logró y la decisión de la invasión –que supuestamente ocasionaría la guerra con el Reino Unido y Francia- se mantenía, Beck renunció el 18 de agosto de 1938. Luego intentó persuadir a los mandos del Ejército para derrocar a Hitler.

        Consiguió que su reemplazante, el general Franz Halder, participara en la conspiración junto con otros mandos, como el general Erwin von Witzleben y el coronel Hans Oster, segundo de la Abwehr, el servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas.

El Comandante General del Ejército, Walther von Brauchitsch –ocupaba el cargo desde enero de 1938-, era uno de los que no se comprometía y esperaba el resultado. Dijo: “Yo no haré nada, pero no impediré que otros actúen, son asuntos políticos no militares.”

        El golpe se iba a producir cuando Hitler diera la orden de invasión. Pero esa orden nunca llegó.

El primer ministro británico Neville Chamberlain, dispuesto a todo para evitar la guerra y con la equivocada creencia que lo lograría cediendo ante Hitler (ver mi post “Falsificación histórica. La película ´Múnich en vísperas de una guerra´.”, 29/1/22), viajó a Alemania dos veces a entrevistarse con Hitler y, al final, con la colaboración de Benito Mussolini, logró el Acuerdo de Múnich, el 30 de setiembre de 1938, en que se entregaban los Sudetes a Alemania, sin siquiera consultarle a Checoeslovaquia.

Al no producirse la invasión, el golpe se desmontó. Y la anunciada tragedia siguió su curso.

Un año después, a mediados de agosto de 1939, cuando Hitler había decidido invadir Polonia, Halder trató nuevamente, junto con Beck, de derrocar a Hitler. Esta vez Brauchitsch se opuso. Y el 1 de setiembre se produjo la invasión, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.

El general Beck participó en varios complots contra Hitler en los años siguientes, hasta el último, el 20 de julio de 1944, cuando se salvó milagrosamente de la explosión de una bomba en la Guarida del Lobo. Al día siguiente Beck fue obligado a suicidarse, miles de militares y civiles fueron detenidos y asesinados o enviados a campos de concentración.

Brauchitsch, que fue uno de los generales sobornados con decenas de miles de marcos por Hitler, fue forzado a renunciar el 19 de diciembre de 1941, cuando la ofensiva alemana sobre Moscú fue detenida. Hitler asumió la Comandancia General del Ejército propiciando nuevas derrotas.

Este es un ejemplo conocido de un golpe frustrado que, de haber tenido éxito, probablemente hubiera evitado el desastre de la SGM (ver mi artículo en La República, “La Guerra que nadie quería”, 1/9/13. Como ya no está en la web de La República, lo he reproducido en mi blog http://huevosdeesturion.blogspot.com/).

Hay otros ejemplos, menos divulgados y recordados, que muestran lo mismo. En ciertas circunstancias, un golpe, normalmente indeseable, puede ser la única alternativa viable para evitar una catástrofe y reencauzar a un país antes que se produzca la hecatombe.

Pero muchas veces no se producen, por la funesta indecisión de quienes pueden hacerlo, y la corrupción y el acomodo de otros.


El general Ludwig Beck

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