¿Democratizar
los partidos?
Fernando Rospigliosi
Las reformas realizadas llevan la huella de
reformadores muy incompetentes.
Giovanni Sartori
Ingeniería
constitucional comparada
Uno de los temas más discutidos de la
propuesta de reformas políticas realizada por el gobierno es la de elecciones
para designar candidatos, llamadas equivocadamente internas, pero que en
realidad se pretende que sean externas,
es decir, que no voten para nombrar a los candidatos que representarán al
partido en las elecciones generales –presidente, vicepresidentes y
congresistas- los militantes o afiliados al partido, ni siquiera los que estén
interesados sin estar afiliados, sino todos
los ciudadanos peruanos, obligatoriamente.
Es decir, este proyecto implica que los
24 millones de ciudadanos peruanos serán llevados obligatoriamente a las urnas
el primer domingo de octubre anterior a las elecciones generales, a designar a
los candidatos que necesariamente tendrán que presentar esos partidos en abril
del siguiente año. Como es obvio, la inmensa mayoría de esos electores no están
interesados en la vida interna de los partidos, ni tampoco conocen la
trayectoria de los candidatos que aspiran a representarlos. Votarán a ciegas.
La propuesta de la Comisión de Alto
Nivel Para la Reforma Política (CANRP) pretende, entre otras cosas,
democratizar los partidos y hacer que sus dirigentes rindan cuentas ante sus
compañeros de partido. [1]
En realidad, la solución que proponen ni
democratizará ni fortalecerá los partidos y es contraria a la teoría y la
experiencia mundial en la materia.
En 1911 Robert Michels publicó un libro
basado en una investigación en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el más
antiguo y uno de los mayores partidos de masas de su tiempo y formuló su famosa
ley de hierro de la oligarquía:
“La
organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los
electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los
delegadores. Quién dice organización dice oligarquía.” [2]
La organización y la burocracia son
indispensables para hacer fuertes a los partidos y para darles eficacia en la
lucha política, pero inevitablemente conduce a la dominación de los jefes sobre
la masa de afiliados. Entre otras cosas, porque la inmensa mayoría de los
miembros de los partidos son indiferentes a las decisiones que se toman allí y
la pequeña minoría que participa en las decisiones partidarias “es de una
pequeñez rayana en lo ridículo”, constata Michels. Esa mayoría que no
participa, renuncia a sus derechos voluntariamente, no porque le impidan
participar.
No obstante, todos reconocen que los
partidos políticos son indispensables para la democracia. Como sostiene Seymour
Martin Lipset en la introducción al libro de Michels, “muchas organizaciones
que son oligárquicas por dentro ayudan a sostener la democracia política de una
sociedad mayor”.
Más de un siglo ha transcurrido desde la
publicación de Los partidos políticos
y sus hallazgos básicos siguen intactos. A lo largo del tiempo se han producido
muchos intentos de democratizar los partidos. Pero en los últimos años, sobre
todo con el surgimiento de fuertes corrientes populistas incluso en las
democracias avanzadas, que aprovechan el hartazgo con los partidos políticos
“tradicionales” y la corrupción que carcome las bases de la confianza en la
democracia, varios autores están reconociendo lo inútil y muchas veces
perjudicial de esos intentos, siempre infructuosos, de democratizar los
partidos, reduciendo o anulando el papel de los dirigentes –usualmente los
políticos profesionales- buscando mecanismos de democracia directa y amplísima
participación de los votantes en la vida interna de los partidos.
Ya hace un cuarto de siglo, cuando
recién comenzaba una nueva ola de este movimiento democratizador de los
partidos, Giovanni Sartori reconocía que las primarias fueron introducidas
deliberadamente para debilitar a las oligarquías partidarias y alertaba que “en
casi todo el mundo la prudencia recomienda primarias cerradas”, es decir, solo
con el voto de los militantes de los partidos. [3]
Más recientemente, Steven Levitsky y
Daniel Ziblatt argumentan que es el exceso de democracia en los partidos
políticos lo que está poniendo en peligro la democracia norteamericana, la más
antigua del mundo. Ellos sostienen que la verdadera protección contra el
autoritarismo en los Estados Unidos no ha sido el compromiso de los ciudadanos estadounidenses
con la democracia sino el firme papel de sus guardianes, los partidos
políticos. [4]
Los dirigentes de esos partidos frenaron
y sacaron del camino a importantes líderes populistas con gran arraigo en la
población a lo largo de la historia, protegiendo así la democracia. Pero en
1972 emergió un sistema de primarias vinculantes que socavaron sustancialmente
la capacidad de decisión de los dirigentes demócratas y republicanos “en el
proceso de selección de los candidatos, que quedó abierto a los votantes.”
En 1980 los demócratas retrocedieron y
limitaron el poder de los votantes. Pero el Partido Republicano “optó, fatídicamente
por mantener un sistema de nominación más democrático.” Así, el 2016, los
líderes republicanos quedaron “prácticamente sin armas para detener el ascenso
de Trump”, a quien los autores consideran una muy seria amenaza a la democracia
norteamericana.
En suma, la democracia norteamericana,
considerada muchas veces la más sólida del mundo, está en peligro ahora, entre
otras cosas por un exceso de democratismo en los dos partidos políticos, sobre
todo el republicano, según sostienen los dos profesores de Harvard. Y, hay que
recordar, allí en la primarias se vota voluntariamente. Es decir, acuden a las
urnas solo los que están interesados –y, se supone, conocen a los candidatos-
en designar a los candidatos del partido.
Por último, cabe mencionar los
argumentos del jurista español Francesc de Carreras que publicó hace poco un
artículo con el sugestivo título de “Primarias contra democracia”. [5]
Carreras, que también es militante del partido Ciudadanos, sostiene que desde
que se empezaron a practicar las elecciones internas en los principales
partidos españoles la situación ha empeorado:
“Para
que pueda hablarse de democracia hay otro elemento sustancial: el control y la
rendición de cuentas de los elegidos ante quienes les han designado.”
“En las primarias se procede a elegir un líder
pero, muy difícilmente, este líder rinde cuentas a sus electores. ¿Por qué?
Porque la relación se establece entre el líder y quienes le han elegido, sin
órganos intermedios que encaucen y filtren esta relación. La estructura de un
partido que elija por primarias a su líder es lo más parecido a una dictadura
(…). Ha sido elegido desde abajo, pero una vez ha llegado arriba no debe dar
razón de sus actos hasta una nueva elección. (…) Ahora,
con democracia directa, hay obediencia ciega.”
En suma, un fracaso, un retroceso, según
explica Carreras. Y en España no votan obligatoriamente todos los ciudadanos
como se pretende hacer acá.
En resumen, desde hace más de un siglo
se conoce en el ámbito académico el resultado de la investigación de Robert
Michels, comprobada fehacientemente a lo largo de décadas: la tendencia a que
se creen oligarquías, cúpulas en los partidos políticos, que son los que
realmente toman las decisiones importantes. Esas cúpulas están constituidas
casi siempre por políticos profesionales, experimentados. También que esos
partidos políticos “oligárquicos” son fundamentales, indispensables para la sobrevivencia
de la democracia.
Los intentos de construir partidos
supuestamente más democráticos, sin esas vilipendiadas cúpulas, siempre han
fracasado. Pero en las últimas décadas han tenido éxito tendencias a llevar al
extremo esa democratización de los partidos entregando todo el poder a los
electores. Los resultados, según los autores citados, han sido muy malos. No
solo no han democratizado realmente los partidos, sino los han debilitado,
amenazando seriamente la existencia misma de la democracia.
En otros lugares del mundo se está de
regreso de esa perniciosa tendencia. Y aquí, un grupo de notables quiere
imponer, arropados con el entusiasmo del gobierno dispuesto a avasallar al
Congreso, una supuesta democratización llevada a su más irrazonable extremo,
unas primarias en las que no solo voten los miembros de los partidos que así lo
deseen o, en todo caso, los ciudadanos que aún sin ser miembros de los partidos
están interesados en la política partidaria y quieren manifestar su preferencia
–sin duda, todos sumados serían una pequeñísima minoría-, sino obligar a los 24 millones de electores
peruanos a votar en las internas de partidos que ni conocen ni aprecian.
Por cierto, es saludable democratizar
los partidos y permitir que sus militantes participen en las decisiones. Pero
el camino propuesto por la CANRP es contraproducente.
En síntesis, los ilustres miembros de la
comisión no han tenido en cuenta la experiencia histórica analizada desde
Michels en 1911, ni la muy reciente revalorización de las denostadas cúpulas
partidarias realizadas, por ejemplo, por Levitsky y Ziblatt, y Francesc de
Carreras.
Quizá hubiera sido conveniente que los
miembros de la Comisión propongan un programa piloto antes de pretender aplicar
su teoría a todo el país. Todos los miembros de la CANRP han estudiado en la
Universidad Católica (PUCP) o son profesores en ella. Recientemente se
realizaron elecciones para elegir rector y vicerrectores en esa universidad.
Por supuesto, no votaron todos los estudiantes ni todos los profesores de la
PUCP, sino sus representantes
reunidos en Asamblea Universitaria. ¿Qué les hubiera parecido que en esa
elección hubieran votado todos los estudiantes y profesores no solo de la PUCP
sino de todas la universidades del Perú? ¿Con que conocimiento de los méritos
profesionales y de la carrera de los candidatos a los cargos directivos en la
PUCP hubieran votado los miembros de decenas de universidades de todo el Perú
que ni siquiera los conocen? Y estamos hablando solamente de profesores y
estudiantes de universidades y no de todo el universo electoral del Perú.
Probablemente, los miembros de la CANRP
se horrorizarían si se les hiciera semejante sugerencia. ¿En manos de quiénes
podría quedar su universidad con un sistema de votación tan absurdo? ¿Por qué
lo que es bueno para los partidos no es bueno para la PUCP? Al parecer no les asusta
lo que ocurrirá con los partidos políticos y el país si se aplica el sistema
que ellos proponen.
[1] Hacia la democracia del
bicentenario. Comisión de Alto Nivel Para la
Reforma Política (CANRP). Fernando Tuesta Soldevilla, Paula Valeria Muñoz
Chirinos, Milagros Campos Ramos, Jessica Violeta Bensa Morales, Martin Tanaka
Gondo. Lima, Konrad Adenauer Stiftung (KAS), 2019.
[2] Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias
oligárquicas de la democracia moderna. Amorrortu,
Buenos Aires, 1973. Dos volúmenes.
[3] Ingeniería constitucional comparada. Una investigación de
estructuras, incentivos y resultados. Fondo de
Cultura Económica, México, 1994.
[4] Como mueren las democracias. Ariel, Barcelona,
2018.
[5] “El País”, España, 19.6.19.
Este artículo lo publiqué en la revista digital del Instituto de Gobierno de la USMP en julio de 2019, cuando se discutía la malhadada reforma política de la coalición vizcarrista, elaborada por una comisión de intelectuales nombrada a dedo por el Lagarto, que luego se impuso a un Congreso atemorizado.
Saludos Dr Rospigliosi, buen artículo.Creo que debe haber Distritos 130 Uninominales ,para que los ciudadanos controlen a su Congresista ese seriá un sistema democrático, no esa Consulta previa popular que es intromisoria
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