martes, 29 de diciembre de 2020

Las responsabilidades de la coalición vizcarrista

 

CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

Las responsabilidades de la coalición vizcarrista

 

        Hoy día hasta los más fanáticos vizcarristas de ayer, señalan los desastrosos errores del pasado Gobierno y exigen que se juzgue a los culpables. Eso está muy bien.

        Pero no hay que olvidar que la catástrofe era perfectamente previsible y que esa nefasta coalición vizcarrista, que incluyó a la mayoría de medios de comunicación nacionales y corresponsales internacionales, analistas, intelectuales y muchos políticos, incluyendo a los que hoy gobiernan desde el Poder Ejecutivo y el Congreso, respaldaron al cien por ciento a Martín Vizcarra y sus secuaces, cubriéndolos de elogios desmesurados y permitiendo que llevara al Perú a la ruina sanitaria y económica.

        Las recientes cifras publicadas por el Financial Times reiteran que el Perú es el peor país del mundo en muertos por habitante.

        Acá algunos extractos de los artículos que publiqué en El Comercio al principio de la crisis advirtiendo lo que nos esperaba, como muestra de que lo que hoy vivimos era perfectamente previsible y pudo haberse evitado. Pero, insisto, no sólo Vizcarra y sus compinches son los responsables. Si en lugar de un coro de adulones, los medios de comunicación, los políticos, etc. hubieran señalado los errores quizás se hubiesen evitado algunos de los excesos más dañinos de ese pésimo Gobierno.

        En el primer artículo que publiqué en la pandemia advertía el desastre que se avecinaba:

El impacto devastador del coronavirus

14 de marzo 2020

        Aunque el gobierno y la mayoría de medios de comunicación, dizque por responsabilidad, están tratando de minimizar el impacto del coronavirus en el Perú, en realidad va a tener efectos devastadores sobre la población y la economía peruana.

Un país pobre con un Estado congénitamente ineficiente no tiene posibilidades de enfrentar con éxito una crisis como la actual. Menos con un gobierno incompetente como el de Martín Vizcarra.

 

 

Las decisiones inevitables y las inútiles

21 de marzo 2020

        Otro aspecto característico de la actual crisis es la explosión de sobonería al presidente y al gobierno –alguna rentada y otra espontánea-, que ha estallado en medios y redes.

        Resulta ahora que un gobierno reconocido como incompetente hasta por sus propios partidarios hace todo lo correcto y toma siempre las decisiones adecuadas. Una transformación milagrosa.

En realidad el costo de aceptar a ciegas todo lo que dispone el gobierno es alto, porque los errores se pagan y, como siempre, los que suelen hacerlo son los ciudadanos y no los gobernantes. Pero ya sea por interés o por el antiguo espíritu servil que Simón Bolívar atribuyó a los habitantes de estos lares, la tendencia casi unánime es a aprobar y aplaudir.

 

Cuando terminó, el virus aún seguía allí

11 de abril 2020

        Insisto, si eso [la cuarentena] fuera suficiente para acabar con la pandemia, podría justificarse. Lo trágico es que no será así. Cuando finalice la inmovilización, el virus volverá inevitablemente a expandirse y encontrará más débiles a muchos, con menos defensas y sin posibilidad de obtener ingresos.

        Parafraseando a Augusto Monterroso, cuando termine la cuarentena, el coronavirus todavía seguirá allí (y se propagará más rápido).

 

Incubando el desborde social

25 de abril 2020

        Lo que vendrá, además de la inevitable expansión del virus, es un desborde social difícil de contener que, como ya se puede vislumbrar, el gobierno y los políticos que compiten con él en populismo tratarán de esquivar con políticas más desastrosas aún.

domingo, 27 de diciembre de 2020

El Gobierno de las izquierdas

 

CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

El Gobierno de las izquierdas

 

        El Gobierno de Francisco Sagasti está dando un pequeño adelanto de lo que sería un gobierno de las izquierdas a partir del próximo año.

El ataque a las empresas agroexportadoras de Ica y La Libertad es total responsabilidad suya, de las izquierdas que controlan el Gobierno y dirigen el Congreso.

Ellos azuzaron las manifestaciones violentas en Lima que derrocaron a Manuel Merino, ellos legitimaron las protestas desenfrenadas de turbas enardecidas, ellos difamaron y atacaron a la Policía Nacional para desmoralizarla y arrinconarla, ellos enaltecieron a los dos delincuentes juveniles que desgraciadamente fallecieron y los convirtieron en “héroes” de la democracia.

Con esos antecedentes, se sienten empoderadas y autorizadas las pandillas violentas que han bloqueado la carretera Panamericana en diversos tramos, han invadido y destruido cultivos e instalaciones y han atacado violentamente a la policía. Y en verdad, esos vándalos tienen motivos de sobra para sentirse protegidos por el Gobierno morado de Sagasti y el Congreso comandado por el Frente Amplio.

Las máximas autoridades no solo no han enfrentado con firmeza a esas hordas violentas, sino han enviado a la Policía Nacional desarmada ordenándole que proteja los derechos de los delincuentes. No detienen ni ponen a disposición de la fiscalía a los que violan flagrantemente la ley. Minimizan las agresiones a los policías, algunos de los cuales fueron heridos y secuestrados por la turba.

Tampoco los actuales gobernantes se han preocupado por defender el marco legal que ha permitido al Perú aumentar espectacularmente las agroexportaciones y mejorar los niveles de vida de cientos de miles de familias que antes estaban en la informalidad y la pobreza.

Por el contrario, se están sumado al coro de los que pretenden demagógicamente establecer condiciones que supuestamente beneficiarían a los trabajadores pero que en realidad van a arruinar una de las industrias más prósperas. Es decir, puro populismo izquierdista, como el que ha llevado a la ruina a otros países del continente.

Si alguien cree que con este desastroso Gobierno hemos tocado fondo, se equivoca. Lo peor podría venir el próximo año. Varios candidatos están dispuestos a seguir y profundizar el nefasto camino del Partido Morado y el Frente Amplio. Y esta vez no sería por 8 meses sino por cinco años, por lo menos.

Con Martín Vizcarra, que protagonizó el peor Gobierno en más de un siglo, y con Sagasti que está ahondando los males de esa siniestra coalición, hemos tenido solo un pequeño adelanto de lo que nos espera si se logran imponer el próximo año.

Si no somos capaces de enfrentarlos y derrotarlos, tendremos merecida nuestra suerte.


Publicado en El Reporte @reporte_peru que dirige Mijael Garrido-Lecca el 27/12/20

jueves, 24 de diciembre de 2020

Inermes ante las turbas

 

CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

Inermes ante las turbas

 

        Los bloqueos y la violencia en la carretera Panamericana en Ica y La Libertad tienen directa relación con los disturbios promovidos por las izquierdas y sus aliados en Lima a mediados de noviembre, que culminaron con la caída del efímero Gobierno de Manuel Merino. El casi unánime apoyo de los medios de comunicación que antes habían respaldado a Martín Vizcarra y luego la legitimación de las protestas violentas por parte del Gobierno de Francisco Sagasti –que rindió especial homenaje a los dos jóvenes delincuentes que lamentablemente fallecieron en esos eventos en su discurso de toma de posesión en el Congreso-, contribuyeron a justificar el uso de la violencia para obtener lo que se quiere.

        Ni que decir del apoyo de ciertos líderes empresariales que, con absoluta miopía, intentaron quedar bien con la muchedumbre.

        De esa manera se abrieron las compuertas para los desórdenes y la violencia. Naturalmente, el Gobierno de Sagasti es incapaz de enfrentar con firmeza y decisión las asonadas. Teme perder el respaldo de los que los llevaron al poder.

        Así, la Policía Nacional ha sido enviada a los bloqueos con órdenes de no lastimar a los manifestantes, que han atacado con ferocidad y salvajismo, premunidos con hondas, piedras, bombas molotov y toda clase de artefactos contundentes a las fuerzas del orden.

        Ese comportamiento, como es obvio, solo enardece y alienta a los violentistas a seguir cometiendo desmanes.

        No solo eso, el ex candidato del Partido Morado y ex Secretario del presidente Sagasti, hoy ministro del Interior, ha sostenido públicamente que hay que cambiar la ley de protección policial (N° 31012) y ha tratado con guantes de seda a los bárbaros que secuestraron y golpearon policías en los recientes disturbios (Canal N, 22/12/20).

        Las cifras de la Defensoría del Pueblo muestran que las protestas sociales crecieron exorbitantemente en noviembre a 395 (en octubre 138 y en setiembre 117), aunque estas cifras solo muestran la cantidad pero no la calidad, es decir, el nivel de violencia descontrolada de las últimas semanas. (“Gestión”, 17/12/20).

        Los bloqueos en Ica y la Libertad amenazan con liquidar uno de los más importantes motores de la economía de las últimas dos décadas, la moderna agricultura de exportación que ha llevado empleo y prosperidad a cientos de miles de trabajadores y sus familias. Y se suma a los asaltos a otro de los propulsores de la economía, la minería, bajo asedio desde hace tiempo. El bloqueo de dos semanas a la mina Las Bambas es solo una muestra de ello.

        Si se le agrega que el oleoducto Nor Peruano lleva más de 80 días inactivo por sucesivos ataques (ver las observaciones y conclusiones de Ismael Benavides en Lampadia, 23/12/20), se puede constatar que varias de las actividades económicas decisivas para el crecimiento del país están bajo ataque.

        Nada indica que esto vaya a cambiar con el actual Gobierno. Pero es fundamental impedir que está situación se prolongue durante cinco años más.

        Las protestas sociales deben ser enfrentadas primero políticamente, es decir, negociando, convenciendo persuadiendo. Segundo, cuando se producen hechos de violencia, las fuerzas del orden deben enfrentar los disturbios con toda firmeza, conducidas y respaldadas por un Gobierno decidido. Y en tercer lugar, algo que ni siquiera se esboza ahora, aplicando la ley con vigor.

        Si diez, quince o veinte violentistas fueran detenidos, procesados y sentenciados por el delito de bloqueo de carreteras (de 5 a 10 años de prisión, artículo 200° del Código Penal) o por atacar a las fuerzas del orden (de 8 a 12 años de prisión, arts. 366° y 367° del CP), la disuasión sería efectiva.



sábado, 19 de diciembre de 2020

Reparando y apoyando a delincuentes

CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

Reparando y apoyando a delincuentes

 

        El Gobierno de Francisco Sagasti ha creado por resolución suprema (271- Minjus) una comisión para realizar “acciones a favor de los deudos de las personas fallecidas y de las personas que sufrieron lesiones de gravedad en las movilizaciones” de noviembre y diciembre.

        Esa comisión debe supervisar las “medidas referidas a la atención en materia de salud física y mental, para los deudos de las personas fallecidas, así como para las personas que sufrieron lesiones de gravedad y sus familiares directos” y también los beneficiarán con “medidas en materia de educación, trabajo, seguridad, entre otras”.

        Se refiere, por supuesto, a los familiares de los dos jóvenes delincuentes -uno sentenciado por hurto agravado y otro con antecedentes policiales por micro comercialización de drogas-, que lamentablemente fallecieron durante los violentos incidentes en Lima contra el Gobierno de Manuel Merino.

        Es inaudito e indignante que el Gobierno de Sagasti de por hecho que existe una responsabilidad del Estado -específicamente de la Policía Nacional- en esos sucesos que, para empezar, se efectuaron cuando estaba vigente el Estado de Emergencia decretado por el Gobierno de Martín Vizcarra, que prohibía explícitamente toda concentración y manifestación. Es decir, los que participaron en esos sucesos estaban violando claramente la ley, no importa cuales fueran sus motivaciones o intenciones. ¿Puede el Estado establecer reparaciones y ayudas a los que violaron la ley?

        Peor aún, los que murieron o resultaron heridos, estuvieron en los lugares en que los manifestantes violentos atacaron a la policía, que los repelió con gases y perdigones de goma. Los policías no son locos o asesinos, no usaron armas no letales donde había personas que marchaban pacíficamente. Las utilizaron cuando se vieron agredidos por una turba salvaje que los atacaba con piedras, artefactos pirotécnicos y objetos contundentes. Muy probablemente se trataba de barras bravas, que en estos casos se movilizan cuando alguien las remunera.

        Ningún protestante pacífico participó, obviamente, en ese ataque a la policía ni se expuso al peligro de recibir una pedrada o un explosivo de los propios violentistas.

        Carece de sustento la leyenda que han fabricado en torno a los dos jóvenes delincuentes que desdichadamente murieron, presentándolos como “luchadores por la democracia”. ¿Alguien puede creer que estaban allí enfurecidos por la presencia de ministros conservadores, de los que seguramente no habían escuchado hablar en su vida? ¿Además de los antecedentes penales y policiales, tienen historiales de un vivo interés en la política democrática que los llevara a protestar y estar en lugares donde se atacaba a la policía?  ¿O estaban allí por otras razones?

        Aquellos que agredieron a la policía cometieron un delito claramente tipificado en la ley, específicamente en los artículos 366° y 367° del Código Penal, que tratan de la violencia contra la autoridad en el ejercicio de sus funciones. Cuando “el hecho se realiza en contra de un miembro de la Policía Nacional o de las Fuerzas Armadas” se sanciona con una pena no menor de ocho ni mayor de doce años de prisión.

        No cabe duda que los que agredieron violentamente a la policía, como lo demuestran los videos y fotos de los incidentes, están incursos en esos delitos, son delincuentes.

        A ellos son los que va a reparar, apoyar y patrocinar el Gobierno de Sagasti.

        En el acto de toma de posesión, Sagasti invitó al Congreso a los familiares de los jóvenes delincuentes que desgraciadamente fallecieron en las manifestaciones violentas. Una clara señal de a quién respalda, protege y favorece su Gobierno.

        No invitó, naturalmente, a ningún familiar ni compañero de los más de quinientos policías que han muerto en cumplimiento de su deber por el coronavirus. Para ellos no hay reparaciones, elogios oficiales, romerías, ni muestra en el LUM.

        No cabe duda de cuál es la naturaleza y la perspectiva de este Gobierno.

 

  

jueves, 17 de diciembre de 2020

El Alan García que conocí

CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

El Alan García que conocí

 

        En 2004 el Partido Aprista, por iniciativa de Alan García (AGP) promovió y logró mi censura en el Congreso (en la campaña del 2001 yo lo había criticado vehementemente). El 2005 AGP preparaba su programa para las elecciones del siguiente año y me invitó a presentar el tema de seguridad ciudadana en un evento de su partido.

        Era una reunión con unas 15 personas y empecé mi exposición diciendo que estaba allí gracias al presidente García, tanto porque me había invitado a la reunión como porque había promovido mi censura en el Congreso, de lo contrario seguiría siendo ministro del Interior y no habría podido concurrir.

        Alan, que era rapidísimo, me interrumpió y dijo algo así: “claro que tienes que agradecérmelo, porque si hubieras seguido en el gobierno de Toledo te habrías ensuciado con todos los escándalos que han seguido apareciendo”. Todos nos reímos y la reunión siguió en un ambiente relajado.

        Al año siguiente apoyé su candidatura y voté por él en la segunda vuelta, contra Ollanta Humala. Un dirigente aprista me invitó a algún evento del final de campaña pero preferí mantener la distancia. Rafael Rey y Ántero Flores Aráoz, que habían sido feroces críticos de su primer Gobierno y que después habían participado en las acusaciones que se le hicieron, si asistieron. Más adelante integraron su Gobierno, ambos como ministros de Defensa. AGP no era un hombre de odios y rencores personales eternos, valoraba la reconciliación. Rafael y Ántero comparten esa característica.

        En mi participación en los medios ya sea en artículos o entrevistas durante su segundo Gobierno -que fue bueno, muy superior al primero-, fui crítico, como corresponde. En octubre de 2008 denuncié los “Petroaudios” que luego provocaron una crisis política. Como represalia, el Apra en el Congreso desempolvó una absurda acusación constitucional que me había hecho un sujeto que responde al nombre de Jorge Mufarech por haber suscrito dos convenios con Proética para luchar contra la corrupción en el Ministerio del Interior, pero no lograron aprobarla, aunque estuvieron cerca.

        Después de su Gobierno conversé con AGP unas pocas veces. Era inteligente, culto y, sobre todo, con sentido del humor.

        La última vez que lo vi fue en el verano de 2019. Estaba en uno de sus peores momentos. La campaña de demolición contra él, encabezada por Martín Vizcarra y la coalición que lo respaldaba, había sido exitosa. El 85% o 90% de la población lo abominaba, según las encuestas. Su intento de asilarse en la embajada de Uruguay había fracasado. Estaba aislado.

        Cuando me llegó, no dudé en aceptar la invitación al Instituto de Gobierno que dirigía, a un panel sobre situación política con Ántero Flores Aráoz y Ernesto Álvarez. Antes de la reunión conversamos y nos reímos un rato, como siempre. No exteriorizaba la preocupación que debería tener por el acoso judicial y mediático de que era objeto.

        Luego del evento y las fotos de rigor -una de ellas, recortada para mostrarme solo a mí con AGP, fue usada luego por un activista político que funge de periodista independiente para atacarme-, hablamos brevemente y quedamos en conversar después. Nunca más lo vi.

        Estaba en el extranjero cuando me enteré de su suicidio. La noticia me sorprendió y apenó. Luego de leer “Metamemorias” entendí que no se iba a dejar manosear y humillar por los fiscales politizados al servicio de Vizcarra.

        Una de las lecciones que dejó es que los rencores, antipatías, resentimientos e inquinas personales no deben nublar los sentimientos ni convertirse en criterios para definir el comportamiento político.

Publicado en @LampadiaOficial 17/12/20

sábado, 12 de septiembre de 2020

Sendero Luminoso, mitos y realidades

 Fernando Rospigliosi

        Hace 28 años, un día como hoy, fue capturado Abimael Guzmán y parte de la cúpula de Sendero Luminoso (SL), una organización terrorista hipercentralizada que se derrumbó en los siguientes meses. La operación que realizó el Gein -una unidad de la Dircote, dirigida por el general Antonio Ketín Vidal-, capitaneado por Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro, fue impecable.

        Uno de los mitos que mucha gente cree es que SL estaba a punto o cerca de tomar el poder en ese momento. En realidad, SL ya había sido derrotado por las FF.AA. en el campo, y las brutales acciones terroristas que realizaban en Lima y otras ciudades eran una huida hacia adelante, acciones desesperadas. Desde 1988-89 los militares desarrollaban una estrategia más astuta y precisa y fueron liquidando las columnas terroristas que en 1992 estaban diezmadas, salvo en las selvas del Alto Huallaga y el Vraem donde prosperaron en alianza con el narcotráfico.

        La absurda y dogmática doctrina de Guzmán, una burda copia de Mao Zedong, la “guerra popular del campo a la ciudad”, fue una idea novedosa en la década de 1930 en China, un país con 95% de población campesina, pero no tenía ningún sentido en el Perú de 1980, con 65% de población urbana.

        Aún si SL hubiera dominado el campo –y nunca tuvo realmente zonas liberadas bajo su control- eso no le hubiera servido. Y en las ciudades no tenían ninguna posibilidad de desarrollar la “guerra popular”. La ciudad, como dijo Regis Debray, el teórico de la revolución cubana, es una trampa mortal para los revolucionarios. Tarde o temprano son capturados o abatidos por las fuerzas del orden.

        Movimientos mucho más sofisticados y con más respaldo que SL fueron aplastados en Uruguay (Tupamaros), Argentina (Montoneros y ERP) y Chile (MIR), países más urbanizados que el Perú.

        Los manuscritos de Guzmán capturados por la policía revelaron que en su mejor momento SL poseía 250 armas de guerra -fusiles de asalto y metralletas- y en total, incluyendo escopetas, pistolas, etc. 921 armas de fuego. (Carlos Tapia, “Tiempos oscuros”). En Colombia, las FACR llegaron a tener 15,000 efectivos armados y en 1999 Vladimiro Montesinos les vendió adicionalmente 10,000 fusiles de asalto AKM. Comparativamente la fuerza militar de SL era insignificante.  

        No obstante, el daño que causaron al país fue inconmensurable, en vidas, en destrucción material e institucional.

En suma, un dilema sin solución para los revolucionarios es que no tienen posibilidades de triunfo en una guerra campesina y en las ciudades son indefectiblemente liquidados. Por eso ahora buscan hacerse del poder por la vía electoral.

        El segundo mito es el de la eventualidad de un rebrote terrorista, recurrente en las últimas dos décadas. Eso es imposible. Las circunstancias nacionales e internacionales que facilitaron el surgimiento de SL –y del MRTA- ya no existen.

        Por supuesto, un atentado puede producirse en cualquier momento. Basta un puñado de fanáticos, explosivos y algunas armas. Pero un resurgimiento de SL no ha ocurrido ni va a ocurrir. (Ver esta columna: “¿Puede volver el terrorismo de Sendero?”, 10/9/17)

        Finalmente, no por casualidad, dos presidentes en cuyos períodos se derrotó al terrorismo están hoy presos, Alberto Fujimori y Álvaro Uribe.

NOTA. Había escrito este artículo para ser publicado en mi columna Controversias en El Comercio el sábado 12 de setiembre. La nueva crisis política producida en el país me ha forzado a cambiarlo, por eso lo publico aquí.

miércoles, 22 de julio de 2020

Cuando Santa Sofía pudo volver a Occidente


        El viernes 24 de julio la catedral de Santa Sofía, en Estambul, se convertirá nuevamente en una mezquita, por decisión del presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
Santa Sofía (la Santa Sabiduría, en griego) fue durante siglos la catedral más importante y más imponente del cristianismo en el mundo, hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453 (ver al respecto el excelente libro del historiador británico Roger Crowell “Constantinopla 1453. El último gran asedio”).
Desde esa fecha Santa Sofía fue convertida en una mezquita. Pero en 1931 el padre de la Turquía moderna, el militar laico Mustafá Kemal Ataturk, con buen criterio, la convirtió en un museo. Nueve décadas después, Erdogan, un dictador islamista, ha revertido esa decisión.
Un episodio poco conocido es el que relata Winston Churchill en sus memorias de la I Guerra Mundial, “La crisis mundial 1911-1918”. En 1915, cuando Turquía estaba en la guerra al lado de las potencias centrales, Alemania y Austria Hungría, los aliados pudieron haber reconquistado con relativa facilidad Constantinopla y expulsado a los turcos de la Europa continental. La estupidez, los celos y la mezquindad de algunos de los gobernantes de aquel entonces lo impidió.
En noviembre de 1914, el gobierno ruso hizo saber a Inglaterra y Francia que ellos deseaban hacerse de Constantinopla y los Dardanelos cuando ganaran la guerra. A través de los estrechos de los Dardanelos Rusia tiene acceso desde el Mar Negro al Mar Mediterráneo, pero en manos de una potencia hostil como Turquía estaban bloqueados. “En los primeros días de marzo [de 1915], Francia y Gran Bretaña dieron a conocer al gobierno ruso que estaban conformes con la anexión de Constantinopla por Rusia –dice Churchill- como parte de una paz victoriosa y este hecho importante fue hecho público el día 12.”
Pero los griegos también querían Constantinopla. En agosto de 1914, apenas iniciada la guerra, habían ofrecido su participación a los aliados, que no la aceptaron porque en ese momento todavía Turquía no entraba en la contienda y ellos esperaban neutralizarla. En marzo de 1915, cuando británicos y franceses ya habían iniciado el asalto anfibio a la península de Gallípoli, los griegos reiteraron su oferta. Concretamente, entrar en la guerra y enviar un cuerpo de ejército (tres divisiones). Churchill estima que “había una perspectiva razonable de que con todas estas fuerza, cumpliendo cada una de sus misiones respectivas en un plan conjunto, se podría conquistar la península de Gallípoli y tomar Constantinopla antes de finalizar el mes de abril [de 1915].”
Sin embargo, “Rusia fue la potencia que destrozó de modo irremediable esta brillante y decisiva combinación”. El ministro ruso de Asuntos Exteriores informó al embajador británico que “el Gobierno ruso no podría consentir la participación griega en las operaciones de los Dardanelos, pues ello conduciría seguramente a complicaciones.”
El asunto es que Grecia y Rusia ambicionaban Constantinopla y los Dardanelos. El rey de Grecia había puesto como condición para la participación de su ejército que él sería el primero en entrar a la Constantinopla recuperada. No obstante, los rusos también le hicieron saber a los franceses que “el Gobierno Ruso no acepta a ningún precio la cooperación griega a la expedición contra Constantinopla”.
Churchill responsabiliza directamente al Zar Nicolás II de esta estrechez de miras que, finalmente, lo condujo a su propia ruina: “¿no había ningún espíritu ancestral que conjurara ante este desgraciado príncipe la caída de su casa, la ruina de su pueblo, el sangriento sótano de Ekaterinemburgo?”. (Se refiere al sótano donde Nicolás II fue asesinado, junto con su mujer, sus hijos y sus criados, por órdenes de Lenin en julio de 1918).
Y concluye con una cita latina: al que Dios quiere perder, primero lo enloquece.
Así, en 1915, estuvo al alcance de la mano la recuperación de Constantinopla y la catedral de Santa Sofía. La codicia, los recelos, las suspicacias y la insensatez de algunos de los que pudieron lograrlo, frustró esa soberbia posibilidad.


        

viernes, 17 de julio de 2020

Falsificando las cifras de la crisis


Esto dije el 16 de mayo en El Comercio.



Por supuesto, los adulones y prebendarios del Gobierno me atacaron e insultaron. ¡Cómo podía decir yo que el veraz y honesto Martín Vizcarra mintiera descaradamente! Hoy día ya nadie duda de que no se trata de una subestimación de cifras sino de una descarada falsificación.