sábado, 26 de junio de 2021

Apaciguar al chavismo

Fernando Rospigliosi

 

        Algunos ingenuos creen que si los chavistas que acompañan a Pedro Castillo se hacen del poder serán neutralizados. Las palabras de algunos asesores recién llegados, que en realidad no tienen ningún poder de decisión, y absurdas especulaciones sobre las limitaciones legales que tendrían para plasmar sus planes dictatoriales, sirven para anestesiar a los incautos. Como si los comunistas tuvieran en consideración las “pelotudeces democráticas” a la hora de llevar adelante sus propósitos.

        En verdad, la historia está llena de ejemplos de cómo políticos y ciudadanos más experimentados y capaces que nuestras débiles y cortesanas élites, se dejaron engatusar por gente más destructiva todavía que la que hoy amenaza con arrasar al Perú.

        Un excelente libro del historiador británico Tim Bouverie, “Apaciguar a Hitler: Chamberlain, Churchill y el camino a la guerra” (Penguin Random House, 2021. Kindle) tiene algunas enseñanzas que es bueno recordar, salvando por supuesto las distancias.

        Muchos se burlaban de las limitaciones del nuevo líder de Alemania y jamás imaginaron que haría lo que hizo:

        “La figura de Hitler tampoco es que aterrorizara a los demócratas amantes de la paz. El Daily Telegraph se preguntaba cómo un hombre de aspecto tan anodino, «con ese ridículo bigotillo», podía resultar, para los alemanes, tan «atractivo e imponente». El News Chronicle, de filiación liberal, se burlaba del triunfo del «decorador de interiores austriaco», y el Daily Herald, de tendencias laboristas, se mofaba del «austriaco bajito y rechoncho que daba flácidos apretones de mano y tenía la mirada esquiva, los ojos pardos y un bigote a lo Charlie Chaplin». Nada, seguía diciendo el Herald, «en la carrera del pequeño Adolf Hitler, histérico como una niña y vanidoso como un divo del teatro, parece indicar que escapará al destino de sus predecesores en el cargo».”

        Ahora hay quienes se mofan de las limitaciones y la ignorancia del oportunista y mentiroso profesor de primaria, que es incapaz de responder una entrevista o hilvanar algunas ideas coherentes. O de las propuestas trasnochadas del corrupto jefe del partido. No entienden que individuos con esas limitaciones, pero inescrupulosos y ambiciosos, son capaces de embaucar a las masas, sobre todo en períodos de crisis, y luego llevar a un país a un desastre monumental.

        El sentimiento de culpa es otro de los temas que, hábil y tramposamente utilizados, se convierten en fuertes argumentos para justificar las tropelías de los que asaltan la democracia y la destruyen.

        “La sensación de que los aliados tenían la culpa por el ascenso de los nazis fue decisiva para la política del apaciguamiento. Si Reino Unido y Francia habían «creado» el nacionalsocialismo, entonces, lógicamente, podían «apaciguarlo» dando respuesta a las reclamaciones que lo habían hecho prosperar.”

        En verdad, como demuestra Bouverie, eso era falso. El Tratado de Versalles no fue tan oneroso como se hizo creer, sus duras condiciones se ablandaron con los años y finalmente se deshizo. El antisemitismo, el nacionalismo y el expansionismo estaban presentes antes de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y fueron usados y exacerbados por los nazis para llegar al poder.

        Acá se utiliza el fracaso del Estado –gestionado por izquierdistas en los últimos años- para justificar que los chavistas se hagan del poder. La corrupción de varios políticos –muchos de ellos izquierdistas- para justificar que un sentenciado por corrupción llegue al poder. La desatención de muchas regiones del país gobernadas por izquierdistas -elegidos por los mismos que votan por Castillo-, para echarle la culpa a la economía de mercado.

        Pero hay algunos intonsos que se dejan confundir y, culposos, creen que para apaciguar a los que explícitamente han sostenido que van a liquidar la democracia e imponer una dictadura chavista como la de Venezuela, hay que tolerar el fraude que han perpetrado y dejarlos hacerse del poder.

        La historia no les ha enseñado nada. Probablemente tampoco la conocen ni les interesa.