sábado, 4 de febrero de 2023

“Narvik”, paradojas de la política (2)

 Reflexiones sobre un episodio de la Segunda Guerra Mundial

Fernando Rospigliosi

        El desembarco aliado en Noruega, en abril de 1940, promovido por Winston Churchill, terminó en una derrota para los aliados. Cuando las operaciones estaban todavía en curso, en mayo, una moción de censura en el Parlamento británico contra el primer ministro Neville Chamberlain, terminó obligándole a renunciar. El que asumió el cargo fue el principal responsable del descalabro, Churchill. Paradoja de la política.

        Después de la invasión y repartición de Polonia entre los asociados, el nazi Adolfo Hitler y el comunista José Stalin, en setiembre de 1939, pasaron varios meses de calma en los que aliados y alemanes se observaban y preparaban.

        Winston Churchill, Primer Lord del Almirantazgo (ministro de Marina) promovió un desembarco en la neutral Noruega para cortar el suministro de hierro sueco a Alemania. La invasión resultó en un desastre. (Ver “´Narvik´, rompiendo las reglas (1)”, en este blog, 3/2/23).

        Cuando la noticia de los primeros reveses se conoció en Gran Bretaña, en el Parlamento se discutió una moción de censura contra el primer ministro conservador Neville Chamberlain, que contaba con una amplia mayoría.

El 8 de mayo de 1940 el Parlamento debatió la situación de la guerra y la derrota en Noruega, y los furiosos diputados -no solo de la oposición sino incluso oficialistas-, atacaron virulentamente a Chamberlain. El viejo Lloyd George, en la oposición, disculpó a Churchill y criticó a Chamberlain. Churchill asumió su culpa y replicó: “Asumo la plena responsabilidad de todo lo hecho por el Almirantazgo y comparto plenamente toda la carga.” (Winston Churchill, “Memorias. La Segunda Guerra Mundial”. Tomó I, p. 752. Plaza y Janés 1965.).

Y agrega “era claro que la irritación no se dirigía contra mí sino contra Chamberlain, a quien defendí.” (Ibid., 753).

La explicación que ensaya Churchill:

“Teniendo en cuenta el prominente papel que desempeñé en aquellos sucesos, (…) maravilla fue que yo sobreviviese y conservara la estima pública y la confianza del parlamento. Ellos se debió al hecho de que yo llevaba seis o siete años prediciendo con exactitud el curso de los acontecimientos. Si eso no se atendió antes se recordó después.” (Ibid., 739-740).

        En realidad, esa es la mitad de la explicación. La otra parte es que la política de apaciguamiento de Chamberlain, que creía que haciendo concesiones a Hitler lo iba a calmar, había resultado un rotundo fracaso. Aunque Chamberlain había sido apoyado masivamente tanto por el pueblo como por el Parlamento durante ese período, cuando se desató la guerra se comprobó el error. (Ver en este blog Falsificación histórica. La película ´Múnich en vísperas de una guerra´, 29/1/22).

        El fracaso de los desembarcos en Narvik y Trondheim fue el pretexto para que la ira contra el culpable del yerro del apaciguamiento estallara. Y los que antes aclamaban a Chamberlain y fueron corresponsables de la funesta equivocación –los políticos y los ciudadanos-, lo abominaron y defenestraron.

El voto de censura de los laboristas y liberales contra Chamberlain no prosperó, pero un buen número de conservadores votaron con ellos o se abstuvieron, una situación insólita. Al día siguiente, 9 de mayo, luego de consultas, Chamberlain decidió renunciar.

El 10 de mayo muy temprano se conoció que la ofensiva alemana en Bélgica, Holanda y Francia había comenzado. Chamberlain intentó nombrar Primer Ministro a Lord Halifax, pero este no aceptó. Entonces designó a Churchill.

El historiador británico Antony Beevor resume así el incidente:  

“Como el propio Churchill reconocería más tarde, él fue más responsable del desastre ocurrido en Noruega que Neville Chamberlain. Pero por una de esas crueles ironías de la política, aquel revés supondría su nombramiento como primer ministro en sustitución de Chamberlain.” (“La Segunda Guerra Mundial”, 2012, p. 113).


        En síntesis, una derrota de relativa importancia en Noruega fue la causa de que aflorara la indignación contra el responsable de la política de apaciguamiento que había permitido a Hitler rearmarse, consolidar su gobierno y expandir las fronteras de Alemania, para desatar luego una conflagración monstruosa. Así, de manera inesperada y por un suceso en el cual no tenía mayor culpa, Chamberlain sufrió un merecido castigo político.

        En tanto Churchill, el principal promotor de la fallida invasión de Noruega, resultó exculpado y elevado al cargo de jefe del gobierno, por suerte para los británicos y el mundo entero. Fue en realidad, un tardío reconocimiento de que él tuvo razón en advertir sobre el peligro que significaban Hitler y los nazis.

        En la historia no es usual que ocurran hechos de esa naturaleza. En muchos casos los culpables no pagan por sus yerros y los que tenían razón no son reconocidos.



viernes, 3 de febrero de 2023

“Narvik”, rompiendo las reglas (1)

Reflexiones sobre un episodio de la Segunda Guerra Mundial

Fernando Rospigliosi

A propósito de la película noruega “Narvik”, recientemente estrenada en Netflix, algunas consideraciones sobre lo que ocurrió en ese entonces en ese país escandinavo. En este primer artículo, como Winston Churchill justificaba quebrar ciertas normas en función de un bien superior. Y como debemos aprender de la historia.


Apenas iniciada la Segunda Guerra Mundial (SGM), Winston Churchill, que había denunciado por años la política agresiva de Adolfo Hitler sin ser escuchado, terminó su “travesía en el desierto” de dos décadas sin participar en el gobierno y fue incorporado por el premier Neville Chamberlain al gabinete de guerra, integrado por cinco personas que tomaría las decisiones más importantes durante la conflagración. Y el 5 de setiembre, lo nombraron Primer Lord del Almirantazgo -ministro de Marina-, cargo que había ocupado al comienzo de la Primera Guerra Mundial (entre 1911 y 1915).

Churchill tenía un torbellino de ideas en su cabeza y en los primeros meses concibió la idea de invadir Noruega, un país neutral, para impedir que el hierro de Suecia, que abastecía la industria bélica alemana y se transportaba a través de puertos noruegos, cesara de fluir.

El 80% del hierro que usaba Alemania provenía de Suecia, también neutral, pero que no podía negarle ese recurso indispensable a los alemanes a riesgo de ser invadido y sometido. Lo mismo ocurría con Noruega, que tampoco podía impedir a los nazis el uso de sus puertos.

Después de la invasión y partición de Polonia entre Hitler y Stalin, en setiembre de 1939, no sucedía prácticamente nada. Franceses y alemanes se miraban a través de la frontera, en lo que se llamó la “guerra crepuscular”.

Churchill enviaba memorándum tras memorándum urgiendo hacer algo. Y lo que él podía hacer, usando la flota, era invadir Noruega para cortar el suministro de hierro a Alemania. Finalmente, su iniciativa se aprobó y los aliados decidieron hacerlo, desembarcando en Narvik y Trondheim en abril de 1940. Pero a los alemanes se les había ocurrido exactamente la misma idea y se adelantaron por muy poco a los aliados, que finalmente tuvieron que retirarse.

¿Cómo justificó Churchill la invasión de un país neutral? En sus memorias sobre la SGM, reproduce una nota que envió al Gabinete de Guerra el 16/12/39:

 

Nuestra derrota implantaría una era de bárbara violencia y sería fatal, no sólo para nosotros sino para la vida independiente de todo país pequeño de Europa. (…) tenemos el derecho y el deber de abrogar temporalmente algunas de las disposiciones de las mismas leyes que tratamos de consolidar y reafirmar. No deben las pequeñas naciones, por cuyos derechos y libertad combatimos, querer trabarnos las manos. La letra de la ley, en casos de suprema necesidad, no debe obstruir a los encargados de protegerla y forzarla. No sería justo ni racional que la potencia agresora obtuviese una serie de ventajas quebrando todas las leyes y otra serie de beneficios escudándose tras el respeto a la ley innato en sus adversarios. Más que la legalidad, es la humanidad lo que debe informar a nuestra conducta. 

La historia nos juzgará. Hemos de afrontar los acontecimientos.”

("Memorias. La Segunda Guerra Mundial". Tomó I, p. 627-628. Plaza y Janés 1965. Subrayado mío.).

 

En el Perú, en una situación como la actual, podría parafrasearse a Churchill así:

 

Nuestra derrota implantaría una era de bárbara violencia y sería fatal para 33 millones de peruanos. Tenemos el derecho y el deber de abrogar temporalmente alguna de las disposiciones de las mismas leyes que tratamos de consolidar y reafirmar. La letra de la ley, en casos de suprema necesidad, no debe obstruir a los encargados de protegerla. No sería justo ni racional que los comunistas, los terroristas, los socialistas del siglo XXI, obtuviesen una serie de ventajas quebrando todas las leyes, y otra serie de beneficios escudándose tras el respeto a la ley innato en los demócratas. Más que la legalidad, es la humanidad lo que debe informar a nuestra conducta. La historia nos juzgará. Hemos de afrontar los acontecimientos.