viernes, 11 de noviembre de 2022

Para entender la guerra

Algunos libros sobre la Primera Guerra Mundial 


Fernando Rospigliosi

 

        El 11 de noviembre de 1918, hace 104 años, terminó oficialmente la Primera Guerra Mundial, la más espantosa conflagración que había vivido el mundo hasta ese momento, con un saldo de entre 20 y 37 millones de muertos, según diversas estimaciones.

        Sus secuelas cambiaron el mundo y fueron duraderas. Cayeron las monarquías en Alemania, Austria Hungría y Rusia. Se desintegró el imperio Austro Húngaro. La revolución rusa y la guerra civil que la siguió cobraron entre 6 y 10 millones de muertos y trajeron al mundo un nuevo y terriblemente opresor sistema político inventado por Lenin y sus secuaces, el totalitarismo. (Ver “El costo de la revolución rusa”, en este blog, 4/11/22).

        Para entender cómo se llegó a esta catástrofe evitable, es recomendable leer algunos libros. Aquí mi particular selección.

        Como se llegó a la guerra:

        - Los cañones de agosto. Treinta un días de 1914 que cambiaron la faz del mundo. Bárbara W. Tuchman. (Se dice que este libro, publicado en 1962, era el que leía el presidente John F. Kennedy durante la crisis de los misiles en Cuba).

- 1914. De la paz a la guerra. Margaret MacMillan.

        La incubación, el período previo.

        - La torre del orgullo. 1890-1914. Unas semblanza del mundo antes de la Primera Guerra Mundial. Bárbara W. Tuchman.      

        Sobre la guerra.

        - 1914-1918 Historia de la Primera Guerra Mundial. David Stevenson. (Algunos expertos lo consideran el mejor libro sobre la PGM en un solo tomo. Incluye no solo los aspectos militares sino los diplomáticos, económicos, políticos, etc.).

        - La crisis mundial. 1911-1918. Winston Churchill. (Un testimonio de parte, obviamente, en el que trata de justificar sus propias decisiones. Pero igualmente interesantísimo, por ser un participante decisivo en el conflicto y un escritor extraordinario).

       

        Las consecuencias.

        Paris 1919. Seis meses que cambiaron el mundo. Margaret MacMillan. (Las negociaciones del Tratado de Versalles relatadas al detalle).

        Naturalmente la bibliografía es inmensa. Algunos particularmente interesantes sobre aspectos específicos: El telegrama Zimmermann, de Barbara W. Tuchman, relata el incidente que precipitó la entrada de los EEUU en la guerra, opción resistida hasta el final por el presidente Woodrow Wilson.



viernes, 4 de noviembre de 2022

El costo de la revolución rusa

 


A propósito de un libro de Antony Beevor

Fernando Rospigliosi

 

        Hace 105 años, el 7 de noviembre de 1917 (25 de octubre en el calendario antiguo vigente en ese momento en Rusia), los bolcheviques dieron un golpe y tomaron el poder en la caótica Petrogrado, entonces capital del imperio, derrocando al gobierno provisional de Aleksandr Kérenski, que había convocado a elecciones para una asamblea constituyente a fin de establecer un gobierno democrático.

        El su último libro Rusia: Revolución y guerra civil, 1917-1921 (Memoria Crítica, 2022), el historiador británico Antony Beevor, relata con su acostumbrada minuciosidad y penetrante análisis, los avatares de la feroz guerra civil, que junto con la hambruna y las epidemias conexas, causaron la muerte a entre seis y diez millones de personas.

Ese fue el costo que pagó el pueblo ruso para que una camarilla fanática, criminal y corrupta de bolcheviques comunistas se hiciera del poder, destruyendo la posibilidad de una transición a la democracia y estableciendo un régimen de terror que durante 74 años asesinó, torturó y encarceló a otras decenas de millones de personas.

En síntesis, los comunistas finalmente se impusieron en la guerra civil porque tenían un mando único, político y militar, muy centralizado. Y sus adversarios, los “blancos”, estaban dispersos y divididos. No solo no tenían un mando militar común, sino carecían de liderazgo político y, además de las rivalidades entre los diferentes caudillos, tenían programas completamente distintos. Algunos pretendían restaurar el zarismo –sin el zar que había sido asesinado junto con toda su familia-, otros una dictadura y había también los que querían retomar la asamblea constituyente aliándose con demócratas liberales e izquierdistas moderados. Tampoco les interesaba la independencia de las naciones (Finlandia, estados bálticos, Ucrania, el Cáucaso) ni la reforma agraria.

Las potencias aliadas que enviaron tropas para ayudar y abastecer a los blancos, pronto desistieron de su empeño, entre otras cosas por el hartazgo de sus soldados luego de participar los horrores de la Primera Guerra Mundial.

Otra ventaja de los comunistas era que ocupaban el centro de Rusia, lo que les permitía desplazar sus fuerzas a los frentes donde hicieran más falta, mientras los blancos estaban dispersos en Siberia, el Cáucaso, Crimea o Ucrania, sin siquiera comunicarse entre ellos.

La ineptitud y la corrupción fueron compartidas por ambos bandos, así como las matanzas contra civiles, con la diferencia de que el terror fue centralizado y ordenado desde la cúspide del bolchevismo.

Algunos extractos del libro de Beevor ilustran esta terrible historia.

 

Los bolchevique no quisieron evitar la guerra, al contrario, “Lenin, quería una guerra civil que destruyera a todos los opositores y rivales”.

 

El luego idolatrado escritor Maksim Gorki, predijo lo que ocurriría: “El 7 de noviembre, después del golpe de Estado bolchevique, Gorki dijo en su columna «Pensamientos inoportunos», del Nóvaya Zhizn: «Ahora la clase trabajadora debería saber que en la vida real no se producen milagros; que tienen que prever que habrá hambre, un desorden total en la industria, problemas en los transportes y una anarquía sangrienta y prolongada a la que seguirá una reacción no menos sangrienta y cruda. Aquí es donde conduce al proletariado su líder actual, y debe entenderse que Lenin no es un mago omnipotente, sino un timador despiadado que no respetará ni el honor ni la vida del proletariado».”

 

Desde el principio los bolcheviques y sus partidarios perpetraron atrocidades: “Los obreros industriales de la vecina Taganrog rodearon a cincuenta cadetes de yúnker que, después de haberse acordado que les perdonarían la vida, se rindieron. Pero se los llevaron a una fábrica metalúrgica, les ataron los pies y las manos y los fueron arrojando uno por uno a un alto horno.”

 

“…los marinos de Kronstadt querían sangre y lo asaltaron. Arrastraron a Dujonin [el último jefe del ejército zarista] hasta el andén, le dieron de palos, lo desvistieron, «lo clavaron y levantaron con las bayonetas» y por último mutilaron el cadáver desnudo.”

 

Como en todas las revoluciones populares: “En el lugar de los altos cargos que habían servido al régimen zarista se colocó a jóvenes arribistas y extraños caracterizados sobre todo por la ambición, que a menudo eran incultos e ignorantes. Lenin había previsto problemas a este respecto, pero incluso él quedó atónito por el caos y la corrupción resultantes.”

 

El terror no fue casual: “Lenin pronunció una declaración de guerra que difícilmente habría podido ser más meridiana: «¡Guerra a muerte contra los ricos y sus parásitos, los intelectuales burgueses!». Cuando Lenin los deshumaniza tildándolos de «piojos», «pulgas», «chinches», «alimañas», etcétera, en la práctica quiere provocar un genocidio de clase.”

 

La Checa, la policía política con poderes ilimitados, se enorgullecía de sus crímenes y publicaba poesías: “No hay gozo mayor, ni mejor música que el crujido de las vidas y los huesos rotos. Por eso yo, cuando los ojos languidecen y la pasión empieza a bullir tormentosa en el pecho, quiero escribir en tu sentencia palabras sin temblor: «¡Contra la pared! ¡Fuego!».”

 

“Lenin era consciente de que la Checa también iba a atraer a criminales, asesinos y psicópatas.”

 

“Un mes más tarde [enero 1918] Lenin autorizó a la Checa a torturar y asesinar, sin juicio ni supervisión judicial. Cuando las causas se acumularon, a los chequistas les resultó más rápido y más fácil condenar a muerte a todos los prisioneros que investigar en todos los asuntos abiertos.”

 

“Los métodos de tortura a los que recurrían [la Checa] solo pueden calificarse de medievales. A la gente le “quitaban los guantes”, es decir, le arrancaban la piel de las manos después de sumergírselas en agua hirviendo; se hacían cinturones con las tiras de piel que les arrancaban de la espalda; rompían los huesos, torturaban con fuego.”

 

“Los marinos de Kronstadt ataban a sus víctimas con alambre de espino antes de hundir las barcazas en las que habían encerrado a los condenados. Con el tiempo los cadáveres aparecían en las playas de Finlandia. (…) El 14 de enero marinos bolcheviques de la Flota del Mar Negro mataron a unas 300 víctimas en Yevpatoria: las lanzaron al mar desde el vapor Romania, después de haberles roto los brazos y las piernas.”

 

“Otras se unieron al harén de los jóvenes comisarios, que celebraban orgías de cocaína en los grandes palacios dorados de San Petersburgo, (…) Durante las pausas de la masacre, los guardias Rojos de Muraviov emprendieron un frenesí de robos—bendecidos por el lema leninista de «Saquead a los saqueadores»—que demasiado a menudo degeneró también en asesinatos y violaciones.”

 

“Un destacamento Rojo llegó al stanitsa cosaco de Gúndorovskaya y, creyendo que podía actuar con toda impunidad, se dedicó a saquear, violar a las niñas y las mujeres, e incendiar las tiendas y las casas más grandes.”

 

Los enemigos de los bolcheviques no se quedaban atrás: “Las escenas de violación y asesinato que se vivieron durante el saqueo de Bakú fueron atroces. «Los turcos y los tártaros entraron en la ciudad indefensa. (…) Los cálculos del total de personas masacradas varían mucho, entre 5.000 y 20.000, pero lo más probable es que la cifra real estuviera cerca de los 7.000.”

 

Atentados de anarquistas y socialistas de izquierda contra líderes bolcheviques suscitaron feroces represalias: “En Petrogrado la Checa ejecutó de inmediato a quinientos rehenes como venganza ciega por el asesinato de su jefe. (…) los asesinatos perpetrados en Kronstadt y en la Fortaleza de Pedro y Pablo costaron la vida a 1.300 represaliados.”

 

Los bolcheviques fueron maestros de los nazis: “En un anticipo de lo que, al cabo de algo menos de veinticinco años, harían en Rusia los escuadrones de la muerte nazis, la Checa obligó a los prisioneros a desnudarse por completo, para reutilizar sus ropas. Luego hacía que se arrodillaran en los sótanos, o ante las fosas abiertas, de modo que los verdugos solo tenían que levantar sus pesadas pistolas Máuser con culatín de madera para dispararles en la nuca.”

 

“En 1918, los líderes comunistas habían justificado el uso del terror como arma necesaria para obtener el poder en la guerra civil; pero su manifestación más horrenda siguió a la hora de la victoria absoluta. En un anticipo de las prácticas que los Einsatzgruppen de la SS perpetrarían durante la invasión de la Unión Soviética, veinte años más tarde, a algunas víctimas no se las obligó solo a cavar las fosas comunes, sino también a desnudarse y meterse en la fosa para la ejecución. A la tanda siguiente la obligaban a estirarse sobre los muertos para matarlos allí mismo. Algunos no habían llegado a morir cuando la fosa se cubría de tierra. Cuando se produjo la invasión nazi de la Unión Soviética, dos décadas más tarde, parece ser que la Gestapo y la SS de Himmler no habían aprendido poco de los métodos de la Checa.”

 

Los obreros que habían apoyado a los bolchevique no se salvaron: “Durante el mismo mes de marzo [de 1919], hubo protestas en la fábrica de Putílov, en Petrogrado, otro bastión bolchevique; la reacción de la Checa, a instancias de Lenin, fue asimismo salvaje, con 900 detenidos y 200 fusilados.”

 

Como ha sucedido muchas veces en la historia, se ensañaron con los judíos: “Se ha calculado que en Ucrania, durante la guerra civil, se perpetraron cerca de 1.300 pogromos antisemitas, por parte de los dos bandos, que causaron la muerte de entre 50.000 y 60.000 judíos. (…) En total, un informe soviético de 1920 recogía las cifras de 150.000 muertos y un número similar de judíos heridos de gravedad.”

 

        Todo este espantoso sufrimiento, para satisfacer las ansias de poder y destrucción de Lenin, Trotsky, Stalin y sus secuaces.

        En suma, otro excelente libro de Antony Beevor, quizá el mayor experto en la Segunda Guerra Mundial, que antes también había publicado un libro sobre la guerra civil española.

 

viernes, 21 de octubre de 2022

La demagogia como final de la democracia

Como terminan las democracias

       

        La siguiente es una reseña de Lydia Morales Ripalda del libro del historiador Robert Cohen, “Atenas, una democracia desde su nacimiento a su muerte”. Cualquier similitud con el Perú actual no es una coincidencia.

 

En el capítulo XII del libro de Cohen se analizaban los síntomas de esa enfermedad política mortal que es la demagogia. El pueblo ateniense había perdido la reciedumbre moral, el vigor patriótico y el respeto por la excelencia que lo habían distinguido en el pasado. 

“La masa se ha vuelto arisca y parcial”, describía Cohen. “Si un ciudadano noble pide la palabra, ella se muestra inmediatamente hostil. Si ese ciudadano pronuncia frases que la desagraden, se expone a ser precipitado desde lo alto de la tribuna. La masa se enfada por cualquier cosa, murmura, ahoga la voz del orador. Las primeras intervenciones de Demóstenes son otros tantos fracasos y Platón disculpa a los ciudadanos de temple refinado por no tomar parte en la vida pública, recordando que ahora ya nadie de calidad logra hacerse escuchar por el populacho”. 

Apartados los ciudadanos de mérito, por pura repulsión, a posiciones más interiores, la vida pública quedó en manos de los legontes, de los charlatanes más indecentes. “Aceptamos como consejeros a hombres que todos desprecian y los convertimos en dueños absolutos de los asuntos del Estado”, se lamentaba Isócrates, “hombres a quienes ninguno de nosotros querríamos confiarles nuestros asuntos personales. A esos a quienes con voz unánime declaramos los más despreciables entre los ciudadanos, a esos mismos los hacemos guardianes de la polis”. 

Cohen trazaba un retrato de esos demagogos, “individuos oscuros, a menudo sospechosos, capaces de poco más que vociferar y excitar a la muchedumbre” con burdas manipulacionesTales sujetos, “dueños del ruido y del tumulto”, se desenvuelven “rodeados de agentes provocadores y de espías” y en su lucha por el poder no retroceden “ante ningún procedimiento, calumnia, corrupción o chantaje para abatir a sus adversarios”. 

En los días de elecciones “mendigan los votos haciendo promesas y distribuyendo alegremente” un caudal dedracmas “que luego esperan cobrarse multiplicado” cuando alcancen el poder. Cuando la gestión de los asuntos del Estado cae en sus manos, semejantes personajes no manifiestan ningún escrúpulo a la hora de esquilmar las arcas públicas ni de subir abusivamente los impuestos. “Salís de la Asamblea sin haber arreglado nada. No habéis hecho más que repartiros las sobras del banquete, como después de una comida a escote”, les reprochaba un ciudadano de la época.

Las instituciones democráticas se degradaron de modo irreparable.

Llegó un momento en que en la Ecclesia, en la Asamblea, participaban mayoritariamente individuos sin oficio ni beneficio cuya principal motivación era el dinero que recibían por su asistencia. “Hay atenienses para quien la patria está donde están sus intereses”, se lamentaba otro ciudadano que denunciaba, así, la entronización de los intereses particulares o grupales por encima del interés general de Atenas.

Por primera vez la polis tuvo, además, problemas para completar su ejército con ciudadanos. ¿Quién pensaba en sacrificarse o en morir por la defensa de Atenas? Pocos soportaban ya la disciplina del entrenamiento físico y del adiestramiento militar. Hubo que empezar a recurrir a mercenarios a la par que los presupuestos de la defensa nacional se recortaban. No ocurría lo mismo con las partidas de dinero público destinadas a procurar diversiones a la muchedumbre. Ésas se mantenían intactas. O aumentaban.

Paralelamente a la degradación política se produjo la corrupción de la justicia y la erosión del imperio de la ley. Las leyes dejaron de respetarse y se entronizó la arbitrariedad. Una misma falta, o un mismo delito, podía quedar impune o ser castigado según quién lo cometiese. Los miembros de los tribunales no eran ni selectos ni incorruptibles y todos sabían que poniendo una bolsa de dinero sobre la mesa se podía ejercer sobre ellos una presión tan perniciosa como eficaz.

Ciertas leyes o procedimientos que en otro tiempo habían contribuido eficazmente a la buena conducción de la polis ahora se desnaturalizaban o caían en desuso. Así ocurrió con la docimasía, la investigación sobre la moralidad de los candidatos que iban a ocupar puestos públicos. O con la grafé paranomonque permitía procesar al autor de un decreto ilegal o de una ley de consecuencias dañosas para la polis. O con la ley del ostracismo, que condenaba al destierro a todo aquel que intentara hacerse con el poder mediante la conspiración o la violencia. “La historia de Atenas está ahí”, escribía Cohen, “para demostrar que no siempre son necesarias confrontaciones sangrientas para provocar daños sociales de tal amplitud que acarreen la ruina del Estado”.

La demagogia es el halago a una sociedad envilecida, o la manipulación de la misma, para hacerla instrumento de la propia ambición de poder. Es la dominación arbitraria sobre el conjunto social apoyada en la aquiescencia de una parte de la ciudadanía degradada a mero populacho. La demagogia es la enfermedad por la que murió la primera democracia de la historia. Minada su cohesión y su fortaleza por ese mal, Atenas se encontró inerme para responder luego a las agresiones de quienes querían destruirla a ella o a su poder.

Desde aquellos lejanos siglos siempre que un régimen de libertades políticas y de participación ciudadana se ha hundido en el despotismo o en el desorden ha sido por causa de la demagogia. No deberíamos olvidarlo.

 

El libro del historiador Robert Cohen titulado “Atenas, una democracia desde su nacimiento a su muerte” iba introducido por una frase de Alfred Croiset que señalaba a la enfermedad que acabó con la primera democracia de la historia: “El enemigo más temible de la democracia es la demagogia”.

Lydia Morales Ripalda



domingo, 16 de octubre de 2022

República y dictadura

República y dictadura

Fernando Rospigliosi

 

        Los romanos inventaron muchas cosas, entre otras la república, instaurada hace más de dos mil quinientos años luego del derrocamiento de la monarquía de los Tarquinos. En el 509 a.C. un nuevo sistema político, una república (res pública, la cosa pública), se instaló en Roma con algunas características innovadoras.

        Primero, los cargos de los gobernantes eran electivos. Segundo, no eran perpetuos sino renovables periódicamente. Tercero, los gobernantes elegidos eran responsables ante los electores por sus acciones. Cuarto, el poder estaba divido.

        Los romanos eran gente muy práctica que no solo crearon instituciones que han perdurado durante milenios, sino que sabían adaptarlas y mejorarlas. Por eso, pocos años después de la iniciación de la república, establecieron la dictadura, que no era una mala palabra como ahora.

        El motivo era muy obvio: cuando se producía una crisis, interna o externa, los mecanismos normales de la república no eran los adecuados para resolver esas dificultades y había que tomar medidas extraordinarias. De lo contrario, la república podía perecer o, peor aún, podía ser arrasada y desaparecer de la faz de la tierra, como de hecho ocurrió en el caso de muchos pueblos.

        Entonces se nombraba un dictador, un gobernante con poderes extraordinarios para resolver la crisis. Todos los otros magistrados estaban subordinados al dictador, pero no desaparecían. Y, muy importante, el dictador mantenía su autoridad por un tiempo limitado, seis meses, o hasta que resolviera el problema que había originado su designación.

        Ambas instituciones, la república y la dictadura, subsistieron en Roma poco menos de cinco siglos, hasta mediados del siglo I a.C., con el asesinato de Julio César y luego la instauración del imperio.

        El sistema republicano fue adoptado a lo largo de la historia por ejemplo, por Venecia, que de ser una pequeña aldea sobre el agua se convirtió en una potencia mundial y subsistió por casi un milenio. O por Siena, desde el siglo XII, república tomada como ejemplo por autores como Daron Acemoglu y James Robinson (“El pasillo estrecho”) y Niall Ferguson (“La plaza y la torre”).

        Y, por supuesto, la república fue el modelo que adoptaron los padres fundadores de la independencia norteamericana, que argumentaron a favor de la Constitución en “El Federalista”, en particular en el N° 10, redactado por James Madison. No es casualidad que los autores de “El Federalista” (Alexander Hamilton y John Jay, además de Madison) firmaran con el seudónimo “Publio”, en honor a Publio Valerio Publícola, uno de los fundadores y primeros cónsules de la república romana.

        Más recientemente, cuando ya dictadura se ha convertido en una mala palabra, Ozan Varol ha precisado que existen diferentes tipos de dictaduras, incluyendo aquellas que se instalan para derrocar a un gobierno autoritario con el fin de recuperar la democracia. (“El golpe de Estado democrático”, Harvard International Law Journal, Vol. 53, No. 2, 2012).

        No hace daño conocer la historia. Ni tampoco imaginar soluciones prácticas para resolver las crisis, como hicieron los romanos en los albores de la república.

Publicado en El Reporte, 16/10/22



domingo, 9 de octubre de 2022

En manos de Sendero


En manos de Sendero

Fernando Rospigliosi

 

        Como era de esperarse, Pedro Castillo ha puesto el Ministerio de Educación (Minedu) en manos de Movadef -Sendero Luminoso, facción de Abimael Guzmán-, como revela un excelente reportaje de Mariella Balbi: “Sendero Luminoso capturó el Minedu” (Expreso, 5/10/22).

        Lo comprueba un acta firmada por el Minedu con la Fenate (el sindicato sucesor del Conare, organismo generado por SL en el magisterio) el 30 de agosto de este año, feriado, día de Santa Rosa de Lima y de la Policía Nacional.

        En esa reunión de la denominada “Mesa de Seguimiento de Acuerdos y Reuniones de Trabajo entre el Minedu y Fenate” se trata, en primer lugar, del Decreto Supremo mediante el cual el gobierno pretende entregar a SL el manejo de la Derrama Magisterial, organización de afiliación voluntaria, que es una institución privada que maneja cientos de millones de soles de aportes de los maestros, hoy día gestionada con eficiencia por el Sutep (Patria Roja) y supervisada por Superintendencia de Banca y Seguros.

        También el Minedu acepta proporcionar a Fenate toda la información sobre la Derrama (afiliados, etc.) que solo podría entregarse con autorización de un juez. Pero para los senderistas del Minedu y Fenate, las leyes están hechas para que las cumplan otros, no ellos.

        Mediante ese Decreto inconstitucional, Pedro Castillo y sus secuaces pretenden modificar la composición del directorio de la Derrama para ponerlo en manos de Fenate/SL.

        El Congreso aprobó en primera votación un proyecto derogando ese Decreto, pero en la segunda votación, el viernes 7, no se obtuvo la mayoría necesaria para convertirlo en ley e impedir que SL asalte esa importante institución. Una muestra más que con la corrupción y compra de votos en el Parlamento, la gavilla en el gobierno sigue prosperando en sus siniestros objetivos.

        Otro de los puntos de la referida acta es que el Minedu se compromete a suspender las evaluaciones de los profesores. Ese fue un punto central de la huelga que encabezó Castillo el 2017 y que es fundamental para que mantengan el apoyo de muchos maestros (y que sigan deteriorando la pobrísima calidad de la educación). Una gran masa de profesores es tan ignorante como Castillo. Como no son capaces de aprobar los sencillos exámenes que les permitirían ascender y tener mejores sueldos, se oponen a la evaluación. Y ahora el Minedu los apoya.

        También la Fenate participará en el nombramiento de profesores y en la reforma del currículo escolar.

        Mariella Balbi también informa sobre los entretelones de la Asamblea Nacional de Fenate, el 10 de setiembre, donde asistieron algunos maestros que a la vez son sub prefectos nombrados por el gobierno comunista.

        En el Congreso tienen una bancada, el Bloque Magisterial, capitaneada por Edgar Tello, uno de los compinches de Castillo que participó en el Conare y luego en la Fenate. También han fundado el Partido Magisterial para reemplazar al Movadef que no logró inscribirse legalmente.

        Balbi concluye que es “una red que se va extendiendo de manera discreta, mas no clandestina, aprovechando todas las bondades de la democracia burguesa”, como la denominan los senderistas.

        También el Minedu se dispone a reemplazar a 17,000 directores de escuelas en todo el país en los próximos meses. (Expreso, 6/10/22).

        En verdad, esto no constituye ninguna sorpresa. Estaba advertido desde la campaña electoral de 2021, a pesar de lo cual toda la mafia caviar y los izquierdistas respaldaron a Castillo con la esperanza de que les permitiera seguir mamando de la teta del Estado, como en efecto ha sucedido.

        El primer día útil del gobierno, el viernes 30 de julio de 2021, el ministro de Trabajo, el senderista Iber Maraví, reconoció a Fenate. Y a partir de allí ellos han avanzado sin pausa.

        Tampoco es una sorpresa la filiación de esta gente. Lo ha dicho el jefe de la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote), el general Oscar Arriola: “Movadef y Conare son Sendero Luminoso. La Fenate es el Conare pero con un nuevo nombre”.

        Así, a la vista de todos, la metástasis sigue adelante, propagándose por los organismos del Estado, sin que a los que tienen como misión defender los intereses de la Nación se les mueva una ceja.

Publicado en El Reporte, 9/10/22


        

martes, 2 de agosto de 2022

Una derrota más

Una derrota más 

Fernando Rospigliosi

La exclusión del Comando Chavín de Huántar y del GEIN del desfile del 29 de julio ha sido, sin duda, un triunfo de la gavilla de corruptos comunistas en el poder y una derrota de los demócratas.

Los mandos de las Fuerzas Armadas se han sometido y han acatado esa humillación. Peor aún, intentaron encubrirla. Un comunicado del Ejército trató de engañar a la opinión pública afirmando que desfilaría una compañía Chavín de Huántar. En realidad, es una unidad que tiene ese nombre, pero no son los auténticos héroes que participaron en la operación del 22 de abril de 1997, que ahora están en el retiro, y que anualmente participaban en el evento.

Se trata de hechos simbólicos de una enorme significación.

El GEIN (Grupo Especial de Inteligencia) de la Policía Nacional, es el que capturó a los principales mandos terroristas en 1992, desarticulando a Sendero Luminoso y al MRTA. Son considerados, con justicia, héroes nacionales. Naturalmente, los herederos de SL y MRTA hoy en el poder, los detestan, aunque de la boca para afuera se vean obligados a homenajearlos -todavía-, en algunas ocasiones.

Los militares del comando Chavín de Huántar derrotaron a los terroristas del MRTA que tuvieron en jaque al país por cuatro meses.

Aunque las FFAA no son deliberantes pueden, en determinadas circunstancias, resistirse a cumplir órdenes aberrantes, como las que transmitió ese innombrable individuo que ocupa el Ministerio de Defensa, considerado con justicia como un traidor por sus antiguos compañeros de armas.

Es decir, en un evento efectuado en la Comandancia General del Ejército, el Pentagonito, podían haber exigido condiciones, por lo demás absolutamente razonables y justas: que desfilen, como ya es tradición, los comandos y el Gein.

No lo hicieron. Se sometieron vergonzosamente a la imposición de la gavilla de delincuentes comunistas que ocupa el gobierno, despreciando a sus hermanos que arriesgaron su vida y cumplieron con valor y eficiencia la misión que se les encomendó, derrotar a una banda de terroristas armados. Los dejaron fuera de su local, para que la policía los maltratara de manera indigna.

Nos estamos acostumbrando a muchas cosas horribles en el Perú. Una de las peores es lo que ha ocurrido el 29 de julio.

A algunos puede parecerles poco importante, intrascendente. En realidad, es importantísimo. Muestra que, a diferencia de lo que muchos creen, la gavilla comunista se está asentando en el poder. El control político de las FFAA y la PNP es decisivo para eso. Y han avanzado un paso más.

Y, dicho sea de paso, muestra una vez más que no se trata solo de una banda de delincuentes, sino de una banda de delincuentes comunistas. A una turba de malhechores no les interesaría el comando Chavín de Huántar ni el GEIN. A los comunistas sí.

En síntesis, hay que aquilatar la trascendencia del hecho y no disimularlo con frases autocomplacientes, como “el pueblo respaldó a los comandos”. Sí, fue así, pero a los comunistas en el poder eso les importa un bledo, para ellos lo que cuenta es la fuerza.

Publicado en El Reporte 31/7/22




jueves, 21 de julio de 2022

La democracia fallida

 

CONTROVERSIAS

Fernando Rospigliosi

La democracia fallida

 

        A pesar de la última crisis -que pronto será la penúltima porque surgirá otra igual o peor-, nadie se atreve ahora reconocer que estamos ante una democracia fallida, que no puede regenerarse dentro de sus procedimientos institucionales. Son casi infinitas las aparentes soluciones que se proponen, ateniéndose a las normas vigentes, pero es obvio que no hay salida en ese marco.

        El hecho de que una banda de delincuentes comunistas, ineptos e ignorantes, se haya apoderado del gobierno, con el apoyo de los caviares -que querían seguir medrando-, y que un año después no haya sido desalojada con los mecanismos establecidos en la Constitución, porque la corrupción ha carcomido profundamente toda la institucionalidad, es una demostración que esta democracia fallida no puede ser reconstruida con sus propios mecanismos.

Ahora el oportunista que aceptó el Ministerio del Interior -respaldó a Pedro Castillo durante todo este período hasta que consiguió un puesto y lo reprueba cuando lo echan-, se alza como un héroe de la democracia y ¡propone a Dina Boluarte como alternativa! Todo con la complicidad de los mismos que ayudaron a Castillo a hacerse del poder.

        Hasta ahora, por la corrupción de un número importante de congresistas, han sido inalcanzables los 87 votos para vacar al individuo que ocupa Palacio. Y tampoco se ha avanzado mucho en el tortuoso camino para destituir a la vicepresidenta, que ocupa ilegalmente ese cargo porque un deshonesto Jurado Nacional de Elecciones (JNE), irregularmente constituido, avaló ilícitamente su candidatura.

Y ese podrido JNE es el que va a conducir el proceso electoral municipal y regional, en un ambiente en que, por ejemplo, las delincuenciales rondas campesinas manejadas por el gobierno o por los poderes locales, van a imponerse por el miedo en ciertas localidades. Y cuando prefectos, sub prefectos, gobernadores y tenientes gobernadores de la red creada por el gobierno van a usar los recursos del Estado para favorecer a ciertos candidatos. Y ese JNE, eventualmente, dirigiría unas nuevas elecciones presidenciales.

Otras evidencias de la imposibilidad de renovación en el marco actual son, por ejemplo, las absurdas decisiones de magistrados de un sistema judicial capturado por los caviares y la corrupción hace tiempo, que interfieren desfachatadamente en las decisiones del Congreso que no son del gusto de esa mafia: la ley de la Sunedu, la elección del Tribunal Constitucional (TC) y el Defensor del Pueblo, etc. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con alguna norma, pero el único que puede intervenir en este caso es el TC y no cualquier juez. Pero esas inadmisibles interferencias son celebradas y apoyadas por la mafia caviar y sus medios de comunicación, y terminan imponiéndose.

Lo mismo pasó con el inconstitucional cierre del Congreso en setiembre de 2019. A pesar de su evidente ilegalidad, el golpe del Lagarto se consumó.

En suma, la legalidad ya no existe en el Perú. Lo que hay es una apariencia, o una farsa, que funciona de acuerdo a los intereses de quienes manejan furtivamente ciertos resortes del poder.

Algunos bienintencionados sugieren la modificación de algunas normas para salvar la agonizante democracia, lo que se denomina ingeniería constitucional. La bicameralidad, distritos electorales más pequeños, elecciones internas en los partidos políticos, eliminar el voto preferencial, por mencionar solo algunas de las más repetidas de la larguísima lista de alternativas que podrían mejorar el sistema político. En realidad, es probable que algunas de esas propuestas lo empeorarían. En todo caso, es una discusión inconducente.

        No hay duda que se requieren algunos cambios urgentes, como eliminar las necedades que comunistas y caviares han convertido en normas, como la no reelección de congresistas, gobernadores y alcaldes. O la alternancia entre hombres y mujeres en las listas parlamentarias y presidenciales. Pero nada de eso puede regenerar a lo que hoy existe en el Perú con el nombre de democracia.

        Porque además de los obstáculos señalados hay varios otros que ningún proceso de cambios constitucionales o legales puede resolver en el contexto actual. La existencia de delincuenciales oligarquías regionales -producto de la combinación de canon, descentralización y desplome de los partidos políticos-, es uno de ellos. Ahora estamos viendo sus consecuencias, cuando una alianza de esas nuevas élites corruptas se hizo del gobierno.

        La existencia de “partidos políticos” como los de César Acuña o José Luna Gálvez, o la captura de otros que alguna vez fueron partidos, como Acción Popular por bandas de malhechores, no puede resolverse con esos mismos grupos detentando parte sustancial del poder político.

        En síntesis, la democracia se ha descarrilado nuevamente en el Perú y no puede encarrilarse conducida por las gavillas que la han arruinado.

        En 1962 una crisis por acusaciones de fraude provocó una intervención castrense -la primera junta militar institucional en América Latina-, que saneó el sistema electoral y condujo a elecciones limpias. Treinta años después, en 1992, un golpe realizado por un presidente elegido -otra innovación en AL- desembocó en una Asamblea y una nueva Constitución que hoy se pretende cambiar. Treinta años después, en 2022, la democracia nuevamente está en una crisis que no tiene salida, por las razones expuestas, en su propio marco. Las opciones que hoy se barajan, solo prolongarán la crisis sin resolverla.

        Se requieren soluciones radicales para reencauzar la democracia.

Publicado en Lampadia 21/7/22

martes, 5 de julio de 2022

El golpe que no fue



El golpe que no fue

Fernando Rospigliosi

 

En setiembre de 1938 un grupo de altos mandos militares planeó un golpe para derrocar a Adolfo Hitler. Ellos se dieron cuenta que iba a conducir a Alemania a una nueva guerra y sabían que la perderían (eran profesionales de la guerra). Fracasaron.

Como en todo golpe, había algunos decididos, otros vacilantes y la mayoría expectante para sumarse al carro del vencedor.

Hitler siguió en el poder y, como varios habían previsto, condujo a Alemania a una conflagración devastadora. Cincuenta o sesenta millones de personas perecieron en la Segunda Guerra Mundial (SGM), entre ellos 7.5 millones de alemanes. Seis millones de judíos fueron asesinados. El país fue destruido, perdió la tercera parte de su territorio y, de lo quedó, la mitad fue sometida a una brutal ocupación y dictadura comunista –Alemania Oriental- que duró desde 1945 hasta 1989.

        Otra habría sido la historia si ese golpe triunfaba. Los militares que querían derrocar a Hitler no lo hacían por adhesión a la democracia sino por patriotismo, para salvar a su país de la destrucción.

        Uno de los principales inspiradores del golpe fue el general Ludwig Beck, que era Jefe del Estado Mayor del Ejército desde 1935. Cuando Hitler informó al alto mando que iba a invadir Checoeslovaquia con el pretexto de recuperar los Sudetes (región con población alemana), Beck trató de disuadirlo. Como no lo logró y la decisión de la invasión –que supuestamente ocasionaría la guerra con el Reino Unido y Francia- se mantenía, Beck renunció el 18 de agosto de 1938. Luego intentó persuadir a los mandos del Ejército para derrocar a Hitler.

        Consiguió que su reemplazante, el general Franz Halder, participara en la conspiración junto con otros mandos, como el general Erwin von Witzleben y el coronel Hans Oster, segundo de la Abwehr, el servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas.

El Comandante General del Ejército, Walther von Brauchitsch –ocupaba el cargo desde enero de 1938-, era uno de los que no se comprometía y esperaba el resultado. Dijo: “Yo no haré nada, pero no impediré que otros actúen, son asuntos políticos no militares.”

        El golpe se iba a producir cuando Hitler diera la orden de invasión. Pero esa orden nunca llegó.

El primer ministro británico Neville Chamberlain, dispuesto a todo para evitar la guerra y con la equivocada creencia que lo lograría cediendo ante Hitler (ver mi post “Falsificación histórica. La película ´Múnich en vísperas de una guerra´.”, 29/1/22), viajó a Alemania dos veces a entrevistarse con Hitler y, al final, con la colaboración de Benito Mussolini, logró el Acuerdo de Múnich, el 30 de setiembre de 1938, en que se entregaban los Sudetes a Alemania, sin siquiera consultarle a Checoeslovaquia.

Al no producirse la invasión, el golpe se desmontó. Y la anunciada tragedia siguió su curso.

Un año después, a mediados de agosto de 1939, cuando Hitler había decidido invadir Polonia, Halder trató nuevamente, junto con Beck, de derrocar a Hitler. Esta vez Brauchitsch se opuso. Y el 1 de setiembre se produjo la invasión, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.

El general Beck participó en varios complots contra Hitler en los años siguientes, hasta el último, el 20 de julio de 1944, cuando se salvó milagrosamente de la explosión de una bomba en la Guarida del Lobo. Al día siguiente Beck fue obligado a suicidarse, miles de militares y civiles fueron detenidos y asesinados o enviados a campos de concentración.

Brauchitsch, que fue uno de los generales sobornados con decenas de miles de marcos por Hitler, fue forzado a renunciar el 19 de diciembre de 1941, cuando la ofensiva alemana sobre Moscú fue detenida. Hitler asumió la Comandancia General del Ejército propiciando nuevas derrotas.

Este es un ejemplo conocido de un golpe frustrado que, de haber tenido éxito, probablemente hubiera evitado el desastre de la SGM (ver mi artículo en La República, “La Guerra que nadie quería”, 1/9/13. Como ya no está en la web de La República, lo he reproducido en mi blog http://huevosdeesturion.blogspot.com/).

Hay otros ejemplos, menos divulgados y recordados, que muestran lo mismo. En ciertas circunstancias, un golpe, normalmente indeseable, puede ser la única alternativa viable para evitar una catástrofe y reencauzar a un país antes que se produzca la hecatombe.

Pero muchas veces no se producen, por la funesta indecisión de quienes pueden hacerlo, y la corrupción y el acomodo de otros.


El general Ludwig Beck