miércoles, 22 de noviembre de 2023

¿Democratizar los partidos?

 

¿Democratizar los partidos?

Fernando Rospigliosi

Las reformas realizadas llevan la huella de reformadores muy incompetentes.

Giovanni Sartori

Ingeniería constitucional comparada

 

        Uno de los temas más discutidos de la propuesta de reformas políticas realizada por el gobierno es la de elecciones para designar candidatos, llamadas equivocadamente internas, pero que en realidad se pretende que sean externas, es decir, que no voten para nombrar a los candidatos que representarán al partido en las elecciones generales –presidente, vicepresidentes y congresistas- los militantes o afiliados al partido, ni siquiera los que estén interesados sin estar afiliados, sino todos los ciudadanos peruanos, obligatoriamente.

        Es decir, este proyecto implica que los 24 millones de ciudadanos peruanos serán llevados obligatoriamente a las urnas el primer domingo de octubre anterior a las elecciones generales, a designar a los candidatos que necesariamente tendrán que presentar esos partidos en abril del siguiente año. Como es obvio, la inmensa mayoría de esos electores no están interesados en la vida interna de los partidos, ni tampoco conocen la trayectoria de los candidatos que aspiran a representarlos. Votarán a ciegas.

        La propuesta de la Comisión de Alto Nivel Para la Reforma Política (CANRP) pretende, entre otras cosas, democratizar los partidos y hacer que sus dirigentes rindan cuentas ante sus compañeros de partido. [1]

        En realidad, la solución que proponen ni democratizará ni fortalecerá los partidos y es contraria a la teoría y la experiencia mundial en la materia.

        En 1911 Robert Michels publicó un libro basado en una investigación en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el más antiguo y uno de los mayores partidos de masas de su tiempo y formuló su famosa ley de hierro de la oligarquía:

“La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quién dice organización dice oligarquía.” [2]

        La organización y la burocracia son indispensables para hacer fuertes a los partidos y para darles eficacia en la lucha política, pero inevitablemente conduce a la dominación de los jefes sobre la masa de afiliados. Entre otras cosas, porque la inmensa mayoría de los miembros de los partidos son indiferentes a las decisiones que se toman allí y la pequeña minoría que participa en las decisiones partidarias “es de una pequeñez rayana en lo ridículo”, constata Michels. Esa mayoría que no participa, renuncia a sus derechos voluntariamente, no porque le impidan participar.

        No obstante, todos reconocen que los partidos políticos son indispensables para la democracia. Como sostiene Seymour Martin Lipset en la introducción al libro de Michels, “muchas organizaciones que son oligárquicas por dentro ayudan a sostener la democracia política de una sociedad mayor”.

        Más de un siglo ha transcurrido desde la publicación de Los partidos políticos y sus hallazgos básicos siguen intactos. A lo largo del tiempo se han producido muchos intentos de democratizar los partidos. Pero en los últimos años, sobre todo con el surgimiento de fuertes corrientes populistas incluso en las democracias avanzadas, que aprovechan el hartazgo con los partidos políticos “tradicionales” y la corrupción que carcome las bases de la confianza en la democracia, varios autores están reconociendo lo inútil y muchas veces perjudicial de esos intentos, siempre infructuosos, de democratizar los partidos, reduciendo o anulando el papel de los dirigentes –usualmente los políticos profesionales- buscando mecanismos de democracia directa y amplísima participación de los votantes en la vida interna de los partidos.

        Ya hace un cuarto de siglo, cuando recién comenzaba una nueva ola de este movimiento democratizador de los partidos, Giovanni Sartori reconocía que las primarias fueron introducidas deliberadamente para debilitar a las oligarquías partidarias y alertaba que “en casi todo el mundo la prudencia recomienda primarias cerradas”, es decir, solo con el voto de los militantes de los partidos. [3]

        Más recientemente, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt argumentan que es el exceso de democracia en los partidos políticos lo que está poniendo en peligro la democracia norteamericana, la más antigua del mundo. Ellos sostienen que la verdadera protección contra el autoritarismo en los Estados Unidos no ha sido el compromiso de los ciudadanos estadounidenses con la democracia sino el firme papel de sus guardianes, los partidos políticos. [4]

        Los dirigentes de esos partidos frenaron y sacaron del camino a importantes líderes populistas con gran arraigo en la población a lo largo de la historia, protegiendo así la democracia. Pero en 1972 emergió un sistema de primarias vinculantes que socavaron sustancialmente la capacidad de decisión de los dirigentes demócratas y republicanos “en el proceso de selección de los candidatos, que quedó abierto a los votantes.”

        En 1980 los demócratas retrocedieron y limitaron el poder de los votantes. Pero el Partido Republicano “optó, fatídicamente por mantener un sistema de nominación más democrático.” Así, el 2016, los líderes republicanos quedaron “prácticamente sin armas para detener el ascenso de Trump”, a quien los autores consideran una muy seria amenaza a la democracia norteamericana.

        En suma, la democracia norteamericana, considerada muchas veces la más sólida del mundo, está en peligro ahora, entre otras cosas por un exceso de democratismo en los dos partidos políticos, sobre todo el republicano, según sostienen los dos profesores de Harvard. Y, hay que recordar, allí en la primarias se vota voluntariamente. Es decir, acuden a las urnas solo los que están interesados –y, se supone, conocen a los candidatos- en designar a los candidatos del partido.

        Por último, cabe mencionar los argumentos del jurista español Francesc de Carreras que publicó hace poco un artículo con el sugestivo título de “Primarias contra democracia”. [5] Carreras, que también es militante del partido Ciudadanos, sostiene que desde que se empezaron a practicar las elecciones internas en los principales partidos españoles la situación ha empeorado:

“Para que pueda hablarse de democracia hay otro elemento sustancial: el control y la rendición de cuentas de los elegidos ante quienes les han designado.”

 “En las primarias se procede a elegir un líder pero, muy difícilmente, este líder rinde cuentas a sus electores. ¿Por qué? Porque la relación se establece entre el líder y quienes le han elegido, sin órganos intermedios que encaucen y filtren esta relación. La estructura de un partido que elija por primarias a su líder es lo más parecido a una dictadura (…). Ha sido elegido desde abajo, pero una vez ha llegado arriba no debe dar razón de sus actos hasta una nueva elección. (…) Ahora, con democracia directa, hay obediencia ciega.

        En suma, un fracaso, un retroceso, según explica Carreras. Y en España no votan obligatoriamente todos los ciudadanos como se pretende hacer acá.

        En resumen, desde hace más de un siglo se conoce en el ámbito académico el resultado de la investigación de Robert Michels, comprobada fehacientemente a lo largo de décadas: la tendencia a que se creen oligarquías, cúpulas en los partidos políticos, que son los que realmente toman las decisiones importantes. Esas cúpulas están constituidas casi siempre por políticos profesionales, experimentados. También que esos partidos políticos “oligárquicos” son fundamentales, indispensables para la sobrevivencia de la democracia.

        Los intentos de construir partidos supuestamente más democráticos, sin esas vilipendiadas cúpulas, siempre han fracasado. Pero en las últimas décadas han tenido éxito tendencias a llevar al extremo esa democratización de los partidos entregando todo el poder a los electores. Los resultados, según los autores citados, han sido muy malos. No solo no han democratizado realmente los partidos, sino los han debilitado, amenazando seriamente la existencia misma de la democracia.

        En otros lugares del mundo se está de regreso de esa perniciosa tendencia. Y aquí, un grupo de notables quiere imponer, arropados con el entusiasmo del gobierno dispuesto a avasallar al Congreso, una supuesta democratización llevada a su más irrazonable extremo, unas primarias en las que no solo voten los miembros de los partidos que así lo deseen o, en todo caso, los ciudadanos que aún sin ser miembros de los partidos están interesados en la política partidaria y quieren manifestar su preferencia –sin duda, todos sumados serían una pequeñísima minoría-, sino obligar a los 24 millones de electores peruanos a votar en las internas de partidos que ni conocen ni aprecian.

        Por cierto, es saludable democratizar los partidos y permitir que sus militantes participen en las decisiones. Pero el camino propuesto por la CANRP es contraproducente.

        En síntesis, los ilustres miembros de la comisión no han tenido en cuenta la experiencia histórica analizada desde Michels en 1911, ni la muy reciente revalorización de las denostadas cúpulas partidarias realizadas, por ejemplo, por Levitsky y Ziblatt, y Francesc de Carreras.

        Quizá hubiera sido conveniente que los miembros de la Comisión propongan un programa piloto antes de pretender aplicar su teoría a todo el país. Todos los miembros de la CANRP han estudiado en la Universidad Católica (PUCP) o son profesores en ella. Recientemente se realizaron elecciones para elegir rector y vicerrectores en esa universidad. Por supuesto, no votaron todos los estudiantes ni todos los profesores de la PUCP, sino sus representantes reunidos en Asamblea Universitaria. ¿Qué les hubiera parecido que en esa elección hubieran votado todos los estudiantes y profesores no solo de la PUCP sino de todas la universidades del Perú? ¿Con que conocimiento de los méritos profesionales y de la carrera de los candidatos a los cargos directivos en la PUCP hubieran votado los miembros de decenas de universidades de todo el Perú que ni siquiera los conocen? Y estamos hablando solamente de profesores y estudiantes de universidades y no de todo el universo electoral del Perú.

        Probablemente, los miembros de la CANRP se horrorizarían si se les hiciera semejante sugerencia. ¿En manos de quiénes podría quedar su universidad con un sistema de votación tan absurdo? ¿Por qué lo que es bueno para los partidos no es bueno para la PUCP? Al parecer no les asusta lo que ocurrirá con los partidos políticos y el país si se aplica el sistema que ellos proponen.



[1] Hacia la democracia del bicentenario. Comisión de Alto Nivel Para la Reforma Política (CANRP). Fernando Tuesta Soldevilla, Paula Valeria Muñoz Chirinos, Milagros Campos Ramos, Jessica Violeta Bensa Morales, Martin Tanaka Gondo. Lima, Konrad Adenauer Stiftung (KAS), 2019.

[2] Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Amorrortu, Buenos Aires, 1973. Dos volúmenes.

[3] Ingeniería constitucional comparada. Una investigación de estructuras, incentivos y resultados. Fondo de Cultura Económica, México, 1994.

[4] Como mueren las democracias. Ariel, Barcelona, 2018.

[5] “El País”, España, 19.6.19.


Este artículo lo publiqué en la revista digital del Instituto de Gobierno de la USMP en julio de 2019, cuando se discutía la malhadada reforma política de la coalición vizcarrista, elaborada por una comisión de intelectuales nombrada a dedo por el Lagarto, que luego se impuso a un Congreso atemorizado.