Los
que ocultan el informe de la Comisión Lava Jato del Congreso -y quienes los
respaldan- arguyen que es sesgado, incompleto, mal hecho, etc. Puede ser. Pero
¿no deberíamos ser los ciudadanos los que decidamos eso después de conocerlo?
¿Ahora un pequeño grupo de directores y editores determinan lo que los
ciudadanos deben conocer? ¿No es noticia el resultado de la investigación
congresal sobre el más grande caso de corrupción en el Perú en las últimas
décadas?
En
la década de 1990 el gobierno de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos
controlaba los medios de comunicación y determinaba que era lo que los peruanos podían
ver, oír o leer (y contaron con el apoyo de la mayoría de la población mucho
tiempo). Ahora la coalición antifujimorista decide eso.
Muchos respaldan el silenciamiento del informe
Lava Jato por pasión, odio o fanatismo. Pero algunos lo hacen porque son parte
del grupo de políticos y empresarios corruptos denunciados en ese informe.
Ellos usan la animadversión al fujimorismo para sus propios fines.
De hecho, antes que se conociera el informe,
ya era descalificado y censurado.
En el artículo que publiqué el sábado 3 en El
Comercio me refería “la pequeña minoría de demócratas”. Eso es lo que hubo
antes y lo que hay ahora. No hemos avanzado nada. La intolerancia con una
investigación o un punto de vista, o su silenciamiento, son muestras de una
pobrísima convicción democrática.
Cuando el péndulo vuelva a oscilar, tendremos
más de lo mismo, solo que al revés.