Mi
buena amiga Diana Seminario interpreta lo que dije en mi columna del sábado 22
en El Comercio (“En la celebración, hermanos”) como una suerte de crítica moral
al ministro de Defensa Jorge Nieto.
Ella
dice que para mí “la verdadera intención de
Nieto sería contar con el beneplácito [fujimorista] para ser el reemplazo de
Zavala en la PCM. Prefiero pensar que Nieto, siendo el más político del
Gabinete, sabe cómo actuar y mover sus fichas en un complicado escenario como
el que debe enfrentar el Gobierno.” (El Comercio, 24.4.17).
En verdad, ni digo exactamente eso ni
hago un juicio moral sobre las intenciones de Nieto.
Lo que digo, citando a otro buen amigo,
Augusto Álvarez Rodrich (AAR), es que Nieto quiere congraciarse con el
fujimorismo en su camino al premierato: “Hay proyectos cuya intención está a
flor de piel” -es la alusión que hace AAR a las expectativas que otros han
señalado con todas sus letras-, para lo cual Nieto busca “un acomodo para
mejorar una relación personal con el fujimorismo”. AAR se refiere a su mutismo
sobre la ley de control de medios del fujimorismo. (La República, 15.4.17).
Pero también agrego que “Nieto podría
justificarse con el argumento de que hay que actuar realistamente en política,
considerando la mayoría parlamentaria con que cuenta la oposición. Es decir,
que está haciendo un servicio al gobierno y al país lubricando las difíciles
relaciones existentes hasta ahora.”
Esto
último es lo que prefiere creer Diana Seminario.
Lo que
quiero precisar es que yo no juzgo moralmente las intenciones de Nieto -como
hace Diana-, no me parece ´bueno´ que esté pensando en beneficio del país, o
´malo´ que esté pensando en favorecer su propia carrera política.
Diana
dice que Nieto es “el más político del gabinete”. ¿Y un político no quiere escalar
posiciones en su carrera?
Porque,
además, pueden existir las dos cosas simultáneamente.
Para
decirlo claramente, no pretendo en erigirme en juez moral de los políticos, ni
de nadie, sino analizar las situaciones realistamente.
Tampoco
expreso mis deseos, como hace Diana que busca “la ansiada reconciliación” de
los peruanos. Yo también deseo que todos los peruanos nos amemos los unos a los
otros y que todos seamos honestos, trabajadores y eficientes. Por supuesto,
sería extraordinario que se reconciliaran fujimoristas, ppkausistas, izquierdistas,
apristas, acuñistas, acciopopulistas y todos fueran una sola fuerza luchando en
bien del pueblo peruano. Pero, insisto, procuro dejar de lado mis deseos y
limitarme al análisis.
Por
ejemplo, al final de mi artículo me pregunto si durará la armonía de la
celebración de Chavín de Huántar entre el gobierno y el keikismo, y respondo
que es “poco probable”. No es mi deseo, insisto. Es mi análisis.
Por
supuesto, todos tienen derecho a expresar sus juicios morales, sus deseos y sus
simpatías políticas, en sus opiniones públicas. Pero no deberían juzgar los
análisis de los demás con ese mismo rasero. Es decir, si yo creo que la bancada
congresal que lidera Keiko Fujimori no va a dar tregua al gobierno de Pedro Pablo
Kuczynski (PPK) no es porque yo desee que sea así o porque apoye el
comportamiento de ese grupo parlamentario. Ni tampoco porque respalde las
insinuaciones de PPK y algunos de sus partidarios de “voltear la página” y liberar
de alguna manera a Alberto Fujimori.
Como
todos, tengo simpatías y antipatías, pero procuro que no nublen el análisis ni
que lo contaminen abiertamente con mis preferencias.