domingo, 31 de mayo de 2020

Lo que viene: desborde social y delincuencia

Fernando Rospigliosi 

(Publicado en El Reporte, periódico digital dirigido por Mijael Garrido-Lecca, 31 de mayo de 2020)

La estrategia del Gobierno ante la crisis del coronavirus ha arruinado la economía y no ha detenido los contagios ni las muertes. Ha sido un fracaso completo. Y una de las consecuencias será el desborde social que sobrevendrá, en particular un incremento descomunal de la delincuencia y la violencia. 

La impresionante cifra de la pérdida de 1 ´216,000 empleos solamente en Lima durante el trimestre de febrero a abril (El Comercio, 16/5/20), es solo un pequeño adelanto de lo que va a ocurrir en el país a consecuencia del desastre que está provocando la absurda cuarentena impuesta por el Gobierno. Millones de peruanos que vivían precariamente, al borde de la pobreza, caerán ahora en la miseria absoluta. Muchas empresas van a quebrar. 

El desborde social se va a expresar de diversas maneras. Una de ellas será el incremento de los conflictos sociales y las protestas de diversa naturaleza, que irán acompañadas de manifestaciones de violencia: bloqueos de carreteras y vías urbanas, ataques a la propiedad pública y privada, enfrentamientos con las fuerzas del orden. 

Otra más peligrosa será la de los saqueos a mercados y supermercados, a vehículos de transportes de alimentos y otros bienes, etc. 

Y el aumento exponencial de la delincuencia, que recurrirá métodos cada vez más violentos para sus propósitos. 

Un adelanto de lo que va a suceder es el incremento de los robos desde principios de abril en Lima. (Perú21, 23/5/20). Al comienzo de la cuarentena los delitos disminuyeron drásticamente por la imposibilidad de circular, el toque de queda y la fuerte presencia de las fuerzas del orden en las calles. Pero aún en cuarentena, durante abril y mayo los delitos han ido creciendo y probablemente seguirán aumentando hasta dispararse exponencialmente cuando finalice la inmovilización obligatoria. 

¿Cómo debería enfrentar esta ola delictiva el Estado? A estas alturas ya debería estar planificándose una respuesta que incluya algunos asuntos básicos. En primer lugar, determinar geográficamente los lugares más afectados por la catástrofe económica y los grupos más perjudicados –jóvenes por ejemplo que puedan ser propensos a realizar actos delictivos, para desarrollar programas que den ocupación y alivien la pobreza. 

En segundo lugar, en lo que respecta al combate al delito, el Gobierno tendría que concentrarse en los delitos menores, que son los que más afectan al grueso de la población: robos callejeros, arrebatos, asaltos a las viviendas, etc. Eso es lo más difícil de hacer. Para ello hay que fortalecer las comisarías, usualmente lo menos importante en las prioridades del Ministerio del Interior (Mininter) y la Policía Nacional. Eso implica reentrenar a los efectivos que laboran en las comisarías para que brinden una atención adecuada y eficiente a los ciudadanos, de tal manera que se incrementen las denuncias por delitos. Es sabido que la gran mayoría no hace las denuncias porque lo considera una pérdida de tiempo y porque es engorroso. Si no hay denuncias no se puede construir mapas del delito, que son indispensables para una respuesta adecuada. 

En tercer lugar, hay que reforzar la investigación criminal a nivel de las comisarías, cosa hoy completamente abandonada. La investigación criminal en la práctica solo existe en las grandes unidades como la Dirincri, y no donde es más necesaria, en los distritos, en las comisarías. A lo único que se le ha dado relativa importancia es al otro elemento indispensable, el patrullaje, pero solo adquiriendo miles de vehículos – muchas veces inadecuados para esa labor- , pero sin distribuirlos donde son necesarios y, sobre todo, sin una planificación precisa de su desplazamiento. Para un patrullaje eficaz se requiere tener un mapa del delito actualizado, lugares, horas de mayor incidencia, etc. 

Y junto con eso, en cuarto lugar, se necesita un Centro de Comando y Control (C4) que es increíble que no exista hoy día en Lima, una ciudad de más de diez millones de habitantes. Un Centro que integre cámaras de vigilancia de la policía, los distritos, las empresas privadas, que tenga comunicaciones apropiadas y que sea capaz de reaccionar rápidamente ante las emergencias. Las comunicaciones policiales, por ejemplo, son hoy día muy deficientes, y no por falta de dinero –en años anteriores el Mininter tuvo miles de millones de soles para invertir- sino por corrupción y malas compras, en particular en el nefasto gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia.

En quinto lugar, se requiere aliviar el hacinamiento en los penales, diferenciar a delincuentes primarios de avezados, poner en práctica leyes que ya existen para castigar pequeños delitos con trabajo comunitario, etc. 

Estas son algunas ideas que habría que poner en práctica de inmediato. Puede hacerse. 

El asunto es que probablemente la respuesta será otra. Lo que ha ocurrido en las últimas décadas es que los políticos suelen recurrir a medidas artificiosas que solo empeoran la situación. Por ejemplo, apelarán al populismo penal, aumentar las penas –que en general ya son altas- , cosa que se hace fácilmente y no sirve para nada. Porque primero hay que atrapar al delincuente, luego acusarlo, después probarle el delito y finalmente tener una cárcel donde ponerlo. Nada de eso se hace con rapidez y eficiencia en el Perú de hoy y lo único que se logra es sobrecargar al sistema de justicia inoperante y corrupto, y seguir atiborrando las cárceles que son escuela de delincuentes. 

La otra respuesta facilista –y muy popular- es involucrar a los militares en la lucha contra la delincuencia, tarea para la que no están preparados y que, en la experiencia de muchos países de la región, se ha demostrado errada, provocando más problemas que los que resuelve. 

Esas son las opciones, habrá que observar el desempeño de las autoridades.

lunes, 25 de mayo de 2020

Encubriendo el fracaso

Publicado en El Comercio el sábado 23 de mayo de 2020


CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi

Encubriendo el fracaso

        En su insufrible y confuso monólogo del viernes, el presidente no rectificó su política errónea, pero admitió que la cuarentena no podía seguir igual.

        Las cifras de fallecidos durante las últimas semanas publicadas por diversos medios hacen inocultable la realidad del impacto del coronavirus en el Perú y, al mismo tiempo, los datos de la catástrofe económica durante la cuarentena muestran el abismo en el que se está hundiendo el país. Lo primero era prácticamente inevitable, lo segundo no.

        El periodista John Burn-Murdoch del “Financial Times” señaló que el “Perú puede estar luchando contra el brote más severo del mundo. A nivel nacional, las muertes aumentaron un 81% frente a lo normal. 8,000 muertes en exceso versus 1,800 muertes de Covid reportadas [por el Gobierno]”. El método que usó fue comparar las muertes ocurridas el año pasado con las de este año y ese fue el resultado. El Comercio lo dijo el jueves pasado: “Coronavirus en Perú: hay 9.213 muertos más en relación al año pasado”.

        Hoy día, 10 semanas después de iniciada la cuarentena, el virus está fuera de control y se sigue expandiendo, el sistema de salud ha colapsado y la economía se está arruinando. No cabe duda alguna que la estrategia del Gobierno fracasó.

Lo grave es que era totalmente previsible que esto ocurriera. En un país con 70% de informalidad y con un sistema de salud precario era imposible que funcionaran políticas como las que el Gobierno prometió poner en práctica: hacer pruebas, detectar y aislar a los contagiados, detener la expansión del virus y reequipar los hospitales para atender a los infectados.

El problema no ha radicado solamente en un Estado ineficiente en un país relativamente pobre, sino en tener además un gobierno incompetente que empeoró las cosas con medidas desatinadas. Ahora muchos reconocen varios de los errores obvios como comprimir las horas de atención de mercados, supermercados, farmacias, bancos, etc. con toque de queda, días enteros de cierre total, alternancia de hombres y mujeres. También la incapacidad y la corrupción en la adquisición de pruebas moleculares, ventiladores, mascarillas y otros implementos; en la protección y atención de médicos, enfermeras, policías.

Pero todo esto, insisto, solo ha agravado lo que era inevitable, la propagación del virus. Teniendo en cuenta la realidad del país lo razonable hubiera sido adoptar una estrategia intermedia, prohibiendo aglomeraciones, masificando el uso de mascarillas y distanciamiento social, pero no agudizando el problema con una cuarentena estricta que despoja de ingresos a millones que viven al día y arruina la economía formal que es la que sostiene al país. La magnitud de la crisis económica sí era evitable y es de total responsabilidad del Gobierno.

No obstante, el Gobierno, arropado por el casi unánime respaldo de opiniones y medios de comunicación, ha persistido en el error. ¿Es que nadie se daba cuenta? ¿Por qué fuimos poquísimos los que advertimos desde el principio este resultado? Nicolás Maquiavelo lo explicó hace 5 siglos:

Pues generalmente los hombres juzgan más por los ojos que por los demás sentidos, y pudiendo ver todos, pocos comprenden bien lo que ven. Todos verán lo que aparentas, pocos sabrán lo que eres, y estos pocos no se atreverán a ponerse en contra de la inmensa mayoría, que tiene de su parte la fuerza oficial del Estado.” Es decir, la mayoría se deja llevar y engañar por las apariencias y los pocos que teniendo conocimiento, experiencia e información se dan cuenta de la realidad no se atreven a contradecir a esa mayoría y, sobre todo, al Gobierno.

Pero el mismo Maquiavelo advierte que “el carácter de los pueblos es tan voluble que fácilmente se les persuade de una cosa, pero difícilmente persisten en ella, conviniendo organizar el régimen de modo que, cuando no le crean, se les pueda hacer creer por la fuerza”. Como para esto último no bastan las amenazas del presidente, ni el respaldo de muchos medios de comunicación, ni las alabanzas de los adulones y prebendarios, las cosas se le van a complicar al Gobierno que no tiene medios suficientes para obligar a creer a la mayoría.

El cuento de que la gente tiene la culpa todavía es atractivo para algunos aunque es irrazonable. ¿Qué podía esperarse con una mayoría de informales que viven al margen de las normas (cultura combi), con una alta proporción de personas que subsisten al día, sin refrigerador, sin agua potable? Para diseñar una política eficaz hay que partir de esta realidad.
En conclusión, el tener un Gobierno inepto en circunstancias de una crisis global como la actual, ha agravado y potenciado un desastre que era predecible.