domingo, 26 de mayo de 2024

La crisis de la democracia

 

    Estos tres artículos los publiqué en "Expreso en abril de 2024 y sintetizan una reflexión que quería exponer desde hace tiempo. Intento responder a una pregunta frecuente: porque los peruanos votan mal. La respuesta es que "si se le da la oportunidad, el pueblo tiende a escoger a los peores. En el Perú y en todas partes. Ahora y desde el principio de la historia." Ese es mi respuesta también a un tema recurrente en el ambiente académico, la crisis de la democracia. Hay, por supuesto, varios factores, pero uno que se suele soslayar, el aumento de la participación, es decisivo.


La democracia

        En Grecia, la democracia se estableció en el 508 a. de C., duró unos 150 años y terminó en un fracaso rotundo y completo, a tal punto que nadie habló de ella durante los siguientes dos mil años, como no fuera para denostarla, dice uno de los grandes politólogos –además de erudito- de nuestro tiempo, Giovanni Sartori: “El rechazo de la palabra democracia hasta el siglo XIX atestigua lo memorable y definitivo que fue el derrumbe de la democracia antigua.” (“La democracia en 30 lecciones”. Ver también “¿Qué es la democracia?”).

        En efecto, solo en el siglo XIX se volvió a hablar de democracia con una connotación positiva. Actualmente se denomina democracia a un sistema político distinto, inventado por los romanos al mismo tiempo que el de los griegos, la república (509 a. de C.).

        El motivo principal del fracaso de la democracia en Grecia fue la facilidad con la que el pueblo se dejaba arrastrar por los demagogos. Al principio, las masas respetaban y seguían a los hombres más capaces y valientes, pero pronto fueron desplazados por abyectos charlatanes.

El historiador Robert Cohen describe la situación: “La masa se ha vuelto arisca y parcial (…) Si un ciudadano noble pide la palabra, ella se muestra inmediatamente hostil. Si ese ciudadano pronuncia frases que la desagraden, se expone a ser precipitado desde lo alto de la tribuna. (…) Ahora ya nadie de calidad logra hacerse escuchar por el populacho”. (“Atenas, una democracia desde su nacimiento a su muerte”).

Isócrates, que vivió en el período de decadencia de la democracia, resumió la situación: “Aceptamos como consejeros a hombres que todos desprecian y los convertimos en dueños absolutos de los asuntos del Estado, hombres a quienes ninguno de nosotros querríamos confiarles nuestros asuntos personales. A esos a quienes con voz unánime declaramos los más despreciables entre los ciudadanos, a esos mismos los hacemos guardianes de la polis”. 

En “Apología de Sócrates”, Platón narra cómo tres sujetos –Anito, Meleto y Licón- manipulan a la masa y logran que un jurado compuesto por una turba de 501 ciudadanos condene a Sócrates a muerte.

Es famosa la anécdota de Arístides, un general íntegro y valeroso, que despertó los celos de otros líderes, que incitaron a las masas contra él para que lo deportaran por diez años, el ostracismo. Yendo a la asamblea donde se decidía a quién desterrar, Arístides se encontró con un ciudadano analfabeto que le pidió que inscribiera un nombre en la tablilla de votación (ostrak). El nombre era Arístides. Este, sorprendido, le preguntó porque quería desterrarlo y el hombre le respondió que estaba harto de escuchar de ese tal Arístides, que era un hombre bueno y justo.

Los celos, la envidia, el rencor son pasiones que motivan a las masas. Los demagogos, populistas diríamos hoy, pueden fácilmente manipular esas pasiones y usarlas en beneficio propio.

Poco ha cambiado en la naturaleza humana en los últimos 2,500 años. Ejemplos actuales y cercanos hay muchos.


(Publicado en "Expreso" el 15/4/24)


La república

        Los romanos inventaron un sistema político que, dos mil quinientos años después, es el que predomina en Occidente. Sus características básicas son.

1.   Elección de los gobernantes. En Roma tenían un sistema complicado, en el que, en teoría, votaban todos con los mismos derechos. En la práctica, votaban los más acomodados y elegían a los más preparados.

2.   Poder dividido. Gobernaban dos cónsules con poderes iguales. Pero además, habían otros funcionarios: pretores, cuestores, ediles, etc. Y, por supuesto, el Senado.

3.   Renovación de los cargos. Los cónsules eran elegidos por un año y no podían volver a presentarse a una elección hasta dentro de diez años. (Después degeneró).

4.   Los gobernantes tenían que responder de sus actos ante sus electores.

Es lo que hoy día se conoce como democracia representativa.

La república romana, fundada en el 509 a.C., colapsó, sobre todo, por un aumento de la participación. Cada vez más pueblos adquirían la ciudadanía romana y tenían poder de decisión. En el siglo II a.C. surgieron los “tribunos de la plebe” -caudillos populistas, diríamos ahora-, que alentaban la insurgencia de las masas contra las élites.

Jugaron un papel necesario, dada la enorme concentración de la riqueza y el poder que se había desarrollado al expandirse la influencia romana en el mundo conocido. Pero a la vez, socavaron y terminaron destruyendo la república.

En el siglo I a.C. la enorme población de Roma era comprada con prebendas por los candidatos al consulado. El riquísimo Craso, donó tres meses de trigo gratis a todo el pueblo de Roma. Las campañas electorales se volvieron cada vez más caras, porque había que sobornar al pueblo. Cuando llegaban al gobierno, los cónsules, muchas veces endeudados, tenían que resarcirse. Así murió la república (44 a.C) y fue reemplazada por el imperio.

El “panen et circenses”, pan y circo, nació en la república y fue utilizado sistemáticamente en el imperio.

A lo largo de los siglos, el sistema republicano perduró, con variantes. Las repúblicas de Venecia, Génova, Siena, prosperaron.

Pero fueron las revoluciones de finales del siglo XVIII las que establecieron los cimientos de las repúblicas actuales. La Revolución Francesa y, sobre todo, la norteamericana, cuyos fundadores rechazaron explícitamente la democracia y se inclinaron por una república.

En “El Federalista”, una serie de 85 artículos publicados en 1787/88 en Nueva York por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, se desarrollan las ideas fundamentales del sistema político que crearon. Tratan de establecer un balance entre la necesaria participación del pueblo y los límites a la misma. Eran muy conscientes que el pueblo es fácilmente manipulable por caudillos y demagogos, por eso instituyeron una elección indirecta del presidente, el Colegio Electoral.

Este régimen se desnaturalizó, pero fue reemplazado eficientemente por los partidos políticos, cuyas cúpulas mantuvieron a raya a los caudillos populistas (“¿Cómo mueren las democracias?”, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt). Hasta que, al final del siglo XX, el aumento de la participación empezó a zarandear el sistema.

(Publicado en "Expreso" el 22/4/24)


Las masas

 

        Es común escuchar a los analistas subrayar que los peruanos votan mal. La mayoría cree que es por la deficiente educación. Otros lo atribuyen a la anemia infantil, que afecta de manera irreversible el cerebro de los niños.

        No hay duda que la educación es mala y que la anemia infantil afecta a una proporción considerable. Pero la realidad es que si se le da la oportunidad, el pueblo tiende a escoger a los peores. En el Perú y en todas partes. Ahora y desde el principio de la historia.

        El fracaso de la democracia griega, la primera experiencia histórica de participación popular, es un ejemplo. Fácilmente podemos extrapolar lo que decían los griegos de la época a lo que sucede hoy aquí. (Ver en esta página: “La democracia”, 15/4/24). Es decir, las masas manipuladas por una pandilla de demagogos y sinvergüenzas. La decadencia de la república romana también se vincula con el aumento de la participación popular. (“La república”, 22/4/24).

        Los Padres Fundadores de la república norteamericana, que eran a la vez gente instruida, que estudiaba la historia, y gente práctica, que conocía la naturaleza humana, no querían una monarquía absoluta, pero desconfiaban de las masas populares que fácilmente podían caer bajo el influjo de estafadores.

        “Los hombres son ambiciosos, vengativos y rapaces”, sentenciaba Alexander Hamilton. Y añadía: “las pasiones momentáneas y el interés inmediato, tienen un poder más activo e imperioso sobre la conducta humana que las consideraciones generales y remotas de prudencia, utilidad o justicia”. (“El Federalista”, VI).

Por eso establecieron que el presidente sería escogido por un Colegio Electoral. Es decir, el pueblo participaba pero decidiendo cuáles miembros de esa élite serían los que designarían al presidente.

        El problema, según el filósofo español José Ortega y Gasset, es que las masas, que antes percibían que las minorías entendían un poco más de los problemas públicos que ellas, ahora creen que tienen derecho a imponer sus tópicos. (“La rebelión de las masas”).

        El asunto es que los ciudadanos “carecen de interés, que ni siquiera van a votar, que no están mínimamente informados. (,,,) La base de la información de las grandes masas es de una pobreza asombrosa y desalentadora”, anota Giovanni Sartori. (“¿Qué es la democracia?”). Y comprueba que ni la reducción de la pobreza ni la educación han cambiado esa situación.

        En palabras de Winston Churchill: “El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio.”.

        Lo paradójico es que lo que constituye el problema, el aumento de la participación, algunos ignorantes, tontos útiles o aprovechadores, lo proponen como solución.

        En síntesis, si las masas desinformadas son fácilmente manipulables por demagogos inescrupulosos, la alternativa es limitar las opciones, como en las democracias desarrolladas, bipartidismo con poder de las cúpulas partidarias (la verdadera protección contra el autoritarismo en EEUU no han sido los ciudadanos sino los partidos, Levitsky y Ziblatt). O, en términos de Sartori, “una poliarquía selectiva, una meritocracia electiva”.

 

(Publicado en "Expreso" el  29/4/24)