CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Inermes ante las turbas
Los
bloqueos y la violencia en la carretera Panamericana en Ica y La Libertad
tienen directa relación con los disturbios promovidos por las izquierdas y sus
aliados en Lima a mediados de noviembre, que culminaron con la caída del
efímero Gobierno de Manuel Merino. El casi unánime apoyo de los medios de
comunicación que antes habían respaldado a Martín Vizcarra y luego la
legitimación de las protestas violentas por parte del Gobierno de Francisco
Sagasti –que rindió especial homenaje a los dos jóvenes delincuentes que
lamentablemente fallecieron en esos eventos en su discurso de toma de posesión
en el Congreso-, contribuyeron a justificar el uso de la violencia para obtener
lo que se quiere.
Ni
que decir del apoyo de ciertos líderes empresariales que, con absoluta miopía, intentaron
quedar bien con la muchedumbre.
De
esa manera se abrieron las compuertas para los desórdenes y la violencia.
Naturalmente, el Gobierno de Sagasti es incapaz de enfrentar con firmeza y
decisión las asonadas. Teme perder el respaldo de los que los llevaron al
poder.
Así,
la Policía Nacional ha sido enviada a los bloqueos con órdenes de no lastimar a
los manifestantes, que han atacado con ferocidad y salvajismo, premunidos con
hondas, piedras, bombas molotov y toda clase de artefactos contundentes a las
fuerzas del orden.
Ese
comportamiento, como es obvio, solo enardece y alienta a los violentistas a
seguir cometiendo desmanes.
No
solo eso, el ex candidato del Partido Morado y ex Secretario del presidente Sagasti,
hoy ministro del Interior, ha sostenido públicamente que hay que cambiar la ley
de protección policial (N° 31012) y ha tratado con guantes de seda a los bárbaros
que secuestraron y golpearon policías en los recientes disturbios (Canal N,
22/12/20).
Las
cifras de la Defensoría del Pueblo muestran que las protestas sociales
crecieron exorbitantemente en noviembre a 395 (en octubre 138 y en setiembre
117), aunque estas cifras solo muestran la cantidad pero no la calidad, es
decir, el nivel de violencia descontrolada de las últimas semanas. (“Gestión”,
17/12/20).
Los
bloqueos en Ica y la Libertad amenazan con liquidar uno de los más importantes
motores de la economía de las últimas dos décadas, la moderna agricultura de
exportación que ha llevado empleo y prosperidad a cientos de miles de
trabajadores y sus familias. Y se suma a los asaltos a otro de los propulsores
de la economía, la minería, bajo asedio desde hace tiempo. El bloqueo de dos
semanas a la mina Las Bambas es solo una muestra de ello.
Si
se le agrega que el oleoducto Nor Peruano lleva más de 80 días inactivo por
sucesivos ataques (ver las observaciones y conclusiones de Ismael Benavides en Lampadia, 23/12/20), se puede constatar
que varias de las actividades económicas decisivas para el crecimiento del país
están bajo ataque.
Nada
indica que esto vaya a cambiar con el actual Gobierno. Pero es fundamental
impedir que está situación se prolongue durante cinco años más.
Las
protestas sociales deben ser enfrentadas primero políticamente, es decir,
negociando, convenciendo persuadiendo. Segundo, cuando se producen hechos de
violencia, las fuerzas del orden deben enfrentar los disturbios con toda
firmeza, conducidas y respaldadas por un Gobierno decidido. Y en tercer lugar,
algo que ni siquiera se esboza ahora, aplicando la ley con vigor.
Si
diez, quince o veinte violentistas fueran detenidos, procesados y sentenciados
por el delito de bloqueo de carreteras (de 5 a 10 años de prisión, artículo
200° del Código Penal) o por atacar a las fuerzas del orden (de 8 a 12 años de
prisión, arts. 366° y 367° del CP), la disuasión sería efectiva.
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